Lamentablemente, desde todos los
puntos de vista, la Sección Oficial del viernes no ha podido ser peor. La
componían ‘The Last Face’, de Sean Penn, y ‘The Neon Demon’, de Nicolas Winding
Refn, a cada cual más rechazable. La única explicación de que estén al máximo
nivel en el primer Festival del mundo responde a la obsesión de llenar la
alfombra roja y la famosa escalinata que da acceso al Palais con “estrellas”
que llenen las páginas de las revistas y de los canales de televisión, no la
calidad de los films en que intervienen. Es decir, contar con Charlize Theron,
Sean Penn y Javier Bardem en el primer caso; con un desfile de esculturales
modelos, en el segundo. Si, como señalamos en una crónica inicial, los
responsables de la presente edición la autodenominaron como “All Stars”, vienen
cumpliendo con esa exigencia mediática que Cannes tiene. Pero el cine, el
verdadero cine, se les está escurriendo entre los dedos.
"The Last Face", de Sean Penn
No me gusta hablar demasiado de las
películas que detesto y, sin duda, ‘The Last Face’ pertenece a ese “selecto”
grupo. No ya porque sea pésima, sino porque aborda graves problemas de
actualidad que merecen un tratamiento opuesto y una ética de la que el film
carece. La cosa ya empieza mal, con una frase que equipara la tragedia de una
guerra con la de una relación amorosa. Pero continúa peor, con unos diálogos
que provocaron involuntariamente las risas del auditorio, una estética relamida
y cursi (en la que Sean Penn intenta imitar en muchos momentos a Terrence
Malick) y un conjunto global que semeja ser un desafortunado “spot” de más de
dos horas de Médicos sin Fronteras. Pero, sobre todo, es que se pretende hablar
de Liberia, de niños africanos destrozados por la violencia y el hambre, de
conflictos bélicos interminables, pretendiendo conectarlo con una historia de
amor de fotonovela entre la directora de la ONG (Charlize Theron) y el médico
español Miguel León (Javier Bardem), un auténtico “latin lover” a quien ella
caracteriza nada menos que como “un huérfano de la Transición política
española”… Todavía me pregunto cómo Bardem, que necesita ya como el comer un
papel de su nivel interpretativo, no rogó encarecidamente que suprimieran ese
párrafo del guion. O ya puestos, toda la película.
"The Neon Demon", de Nicolas Winding Refn
Lo de ‘The Neon Demon’ es distinto,
impresentable pero menos irritante. Proponer un relato final de canibalismo
como “sutil” metáfora del enfrentamiento entre unas veteranas modelos y una
recién llegada a Los Angeles con deseos de gloria, no es precisamente un
ejemplo de sutileza. El danés Nicolas Winding Refn, muy sobrevalorado desde que
presentase en el Cannes de 2011 ‘Drive’, ya había mostrado su cara más negativa
con su posterior ‘Only God Forgives’, víctima aquí en su día de una tormentosa
acogida, similar a la que ha tenido ahora ‘The Neon Demon’, superando a
‘Personal Shopper’ en el nivel de abucheos recibidos al término del pase de
Prensa. No se puede ser más artificioso e insustancial al reflejar este mundo de
la moda, en una sucesión de planos sofisticados como si pertenecieran a una
incesante publicidad de marcas de lujo.
En cuanto a las secciones paralelas,
citaba ayer ‘Gimme Danger’, el buen documental –sin más– que ha realizado Jim
Jarmusch sobre Iggy Popp y su grupo The Stooges. Mientras que la mejor muestra de
Un Certain Regard no pertenece a imagen real, sino animada: la bella e
inteligente creación en 2-D de ‘La tortue rouge’, primer largometraje del
holandés Michael Dudok de Wit, ya muy estimado por sus cortos precedentes. Ni
siquiera el gran Hirokazu Kore-Eda llega en ‘Después de la tempestad’ al
excelente nivel de sus anteriores ‘Nuestra hermana pequeña’ y ‘De tal padre,
tal hijo’; solo en su media hora final, cuando sobreviene un tifón que reúne a
la familia, alcanza la intensidad que no había tenido hasta entonces su
seguimiento de un padre separado y adicto al juego. Por su parte, y dentro de
la muy escasa representación en habla hispana que este año ofrece Cannes
(tenemos que congratularnos del Premio de la Semana de la Crítica para
‘Mimosas’), ‘La larga noche de Francisco Sanctis’, “opera prima” de Francisco
Márquez y Andrea Testa, vuelve al tema de la dictadura militar argentina para reflejar,
en el Buenos Aires de 1977, el conflicto íntimo de un oficinista que duda sobre
cuál debe ser su papel ante la represión, en una breve película que más parece
el meritorio ejercicio final de curso de una escuela de cine.
Lo dicho: un viernes de Cannes para
olvidar.
(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 21 de mayo de 2016).
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