Siempre es un placer ver una película de Woody Allen. Sobre
todo, si con ella comienza un Festival, al que parece augurar buenas
perspectivas. Ya sucedió en 2011 con ‘Medianoche en París’ y, más atrás en el
tiempo, con ‘Manhattan’, y supone la mejor manera de inaugurar un certamen.
Sobre todo, porque se vuelve a demostrar la fluidez y sencillez con que puede
desarrollarse una narración cinematográfica, la maestría y dominio con la que
transmitirla al público. A sus 80 años, Allen ya es un clásico y como tal se
expresa, pero siempre supone una alegría reencontrarse con sus imágenes.
Que en ‘Café Society’ poseen un cuidado y belleza especiales
a la hora de recrear los ambientes de Hollywood y Nueva York en la década de
los treinta, con el decisivo apoyo del habitual diseñador de producción de
Allen, Santo Loquasto, y la fotografía de Vittorio Storaro. A la “meca de los
sueños” acude un joven (Jesse Eisenberg) deseoso de triunfar en el cine y de
huir de una familia judía muy peculiar. Allí encontrará a otra aspirante a la
gloria como él (Kristen Stewart), que ha tenido que contentarse con ser la
secretaria de un poderoso agente artístico. Pero la relación que surge entre
ellos encontrará muy difícil concreción… Esta es la base de una tradicional
comedia romántica, pero nimbada de tristeza, de melancolía de lo que pudo ser y
no fue, de cuanto se interpone a ese amor.
Sin las sugerencias intelectuales de ‘Irrational Man’, el
diseño de un personaje al límite como en ‘Blue Jasmine’ o el juego “fantástico”
de ‘Medianoche en París’, y más cercana a ‘Magia a la luz de la luna’, sus
anteriores realizaciones, ‘Café Society’ vuelve a acercarnos a un Allen donde
el sentimiento ocupa plaza de honor. Igual que su humor sobre el mundo judío,
su capacidad para reflejar las relaciones eróticas (siempre con mujeres
fascinantes, aunque con comportamientos a menudo contradictorios) y su postura
entre el amor y el odio hacía el Hollywood mítico. Para enfado de sus
detractores y entusiasmo de sus admiradores, entre los que me cuento, Allen es
siempre Allen, y que lo sea por muchos años.
"Café Society", de Woody Allen
Esa pátina de tristeza que cubre ‘Café Society’ –presentada
fuera de concurso– parece que ha contagiado a un cielo de Cannes pleno de
grisura, cuando no desembocando en lluvia. Con un Festival que, en la edición
que acaba de comenzar, está recibiendo críticas de los medios de comunicación
por un cierto conservadurismo, por apostar demasiado a “caballos” ganadores en
detrimento de valores más jóvenes y por descubrir. De hecho, en su Sección
Oficial de 21 títulos no hay ninguna “opera prima” y domina claramente el cine
europeo con 13 de ellos, seguido por el norteamericano. El “empacho” francés,
con 4 films en competición y presencia casi continua en las coproducciones, ya
es consustancial a un certamen que no teme que se le tache de chovinista. Para
algo es, en todos los sentidos, el primer Festival del mundo y puede permitirse
cuanto desee. Por ejemplo, disponer de más “estrellas” que nadie en una edición
autodenominada por sus responsables “A Festival All Stars”.
Les dejo, que me voy corriendo a ver la película que abre la
Competición Oficial: se llama ‘Sieranevada’ (con una única erre), es rumana, de
Cristi Puiu, y dura tan solo 2 horas y 53 minutos…
(Publicado en "El Norte de Castilla, de Valladolid, 12 de mayo de 2016).
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