Entrada al Palacio del Festival de Cannes, con la reproducción gigante de una imagen de "Pierrot le fou"
Tras el muy deficiente resultado de
la pasada edición, Cannes ha decidido apostar por una nueva generación de
cineastas. Solo así puede entenderse que, de los 21 realizadores en liza para
la Palma de Oro, casi la mitad (10, exactamente) lo haga por primera vez.
Frente a su política habitual de jugar sobre seguro, el Festival ha decidido
arriesgarse con directores poco o nada conocidos, lo que significa una apuesta
bastante inusual por estos pagos dentro de la Sección Oficial, no así en las
paralelas. De hecho, en nuestro último comentario al certamen de 2017 ya
advertimos de que se estaba produciendo un cierto relevo generacional, que
ahora parece confirmarse.
Mientras que autores de tanto peso
como “el hijo pródigo” Lars von Trier o Wim Wenders quedan fuera de concurso,
Europa es dentro de la Competición el continente más representado en cuanto a
directores, con diez largometrajes: cuatro franceses –como no podría ser de
otra forma–, dos italianos, dos rusos, un suizo (el incombustible Godard, con Le Livre d’image) y un polaco, mientras
que también figura el turco Nuri Bilge Ceylan y su El peral salvaje, que tratará de repetir el triunfo de Sueño de invierno en 2014. Pero ya se sabe
que en el caso de Turquía se le sitúa en uno u otro continente según se mire al
Bósforo… Inmediatamente después están los cineastas asiáticos, con siete
películas llegadas de Irán (con dos “pesos pesados”, Jafar Panahi y Asghar Farhadi),
Japón (otras dos, una del gran Hirokazu Kore-Eda), China, Corea del Sur y
Líbano. Escasa presencia norteamericana a concurso, una de ellas Blackkklansman, de Spike Lee, y todavía
menor de África, con únicamente la egipcia Yomeddine,
y nada de nada de Latinoamérica. En otro sentido, en la competición oficial
solo hay tres películas dirigidas por mujeres (la francesa Eva Husson, la
italiana Alice Rohrwacher y la libanesa Nadine Labaki), proporción tan escasa
como lamentablemente repetida si se recuerdan los 21 títulos mencionados al
comienzo de esta crónica.
¿Y el cine español? Bien, gracias…
Dos coproducciones mayoritarias en las Galas de Apertura y Clausura, Todos lo saben y El hombre que mató a Don Quijote
(aunque esta última se encuentra ahora mismo en manos de un juez, por la
querella presentada por el coproductor inicial, el portugués Paolo Branco, que pide la retención del film). La
primera, realizada por el citado Farhadi; la segunda, por Terry Gilliam: se
diría que no hay directores de nuestro país, salvo Almodóvar, capaces de hacer
una película digna de Cannes. A lo más que llegan es a las secciones paralelas,
como le sucede a Jaime Rosales con Petra
y a la debutante Arantxa Echevarría con Carmen
y Lola. A su vez, la coproducción con Polonia Un día más con vida, donde se mezclan animación e imagen real al
adaptar el conocido relato de Kapuscinski, codirigida por Raúl de la Fuente, se
halla incluida dentro de las Sesiones Especiales, y El ángel, del argentino Luis Ortega y coproducida por El Deseo, en
la paralela Un Certain Regard. Una presencia del cine español algo mejor que la
de otras ediciones, pero tampoco como para tirar cohetes.
"Todos lo saben", de Asghar Farhadi, con Penélope Cruz y Javier Bardem
Presencia que se ha iniciado, según
hemos dicho, con Todos lo saben, recibida con frialdad por la Prensa acreditada, que este año ve los films al mismo tiempo de su “première”
oficial o al día siguiente. Aunque sea coproducción, se trata de una película
española por su rodaje, sus intérpretes (encabezados por Penélope Cruz y Javier
Bardem), la gran mayoría de sus técnicos…, salvo que el guionista y director es
iraní y la ha impregnado de su estilo propio. La historia podría suceder en
cualquier parte del mundo, no solo en un pueblo de nuestro entorno, pero la
verdad es que reconocemos en ella el estilo y las habituales preocupaciones
éticas y morales de Farhadi. Quienes recuerden A propósito de Elly, Nader y
Simin, una separación, El pasado
o El viajante, sus cuatro anteriores
títulos, se encontrarán con una propuesta similar: a través de un suceso
dramático (que no revelaré), se establece la radiografía de un determinado
grupo humano, en este caso una familia de viticultores, con todo su bagaje de
miserias, odios, mentiras y contradicciones. Pese a su fuerza e interés como
variante del melodrama, Todos lo saben
no es un film redondo ni apasionante, sino la obra de un valioso cineasta, dos
veces ganador del Oscar, que se reafirma en su trayectoria personal, de nuevo
fuera de su país de origen.
(Publicado en "Turia" de Valencia, mayo de 2018).
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