Kore-eda llega hasta la Palma de Oro


 Hirokazu Kore-eda, con su Palma de Oro

Ya era hora de que el gran cineasta japonés Hirokazu Kore-eda llegase a lo más alto del Palmarés de Cannes. Lo había intentado en varias ocasiones, ganando premios de los considerados “menores”, pero hasta el momento se le resistía la Palma de Oro. La ha conseguido finalmente con Un asunto de familia, también llamada Shoplifters o Ladrones de tiendas, una película muy en su línea, aunque más ácida y con un contenido de mayor calado social. Se le acusaba, indebidamente, a Kore-eda de ser un poco “blando”, un tanto repetitivo en su continua exploración del universo familiar. Aquí vuelve a hacerlo, pero –al situarse en un núcleo peculiar de clase baja y con una deriva delictiva– parece haber convencido a quienes no lo estaban, y concretamente al Jurado Internacional presidido por Cate Blanchett. Particularmente, no creo que Un asunto de familia sea la mejor obra de su autor (prefiero Nadie sabe, De tal padre, tal hijo o Nuestra hermana pequeña), pero me satisface de verdad que al fin sea reconocida la valía del más importante cineasta japonés actual.

En el rodaje de "Cafarnaún", de Nadine Labaki

Mis preferencias iban sobre todo hacia Guerra Fría, la preciosa historia de amor en tiempos muy difíciles de la que ya les hablé en mi crónica precedente y que ha logrado el Premio a la Mejor Dirección. Por su parte, la muy impactante Cafarnaún, de la libanesa Nadine Labaki, que aparecía como favorita en las quinielas de las últimas jornadas, se ha tenido que conformar con un Premio del Jurado, el mismo que el año pasado también postergó a Sin amor, que había sido el film más relevante del certamen (curiosamente, su realizador, el ruso Andrei Zvyagintsev era esta vez miembro de ese Jurado, junto a otros directores como Robert Guédiguian y Denis Villeneuve). Tampoco limitarse a destacar su guion valora demasiado Tres rostros, de Jafar Panahi, ni la imaginativa Lazzaro felice, de Alice Rohrwacher, mientras que sobra sin duda ese Gran Premio del Jurado para la fácil comedieta de Spike Lee, Blackkklansman, por mucho que estemos de acuerdo con sus ideas antirracistas. En cuanto a otorgar una Palma de Oro Especial para Jean-Luc Godard y su “collage” Le Livre d’Image, solo habrá satisfecho a quienes admiran los trabajos recientes de un cineasta en la etapa final de su carrera.

"En guerre", de Stéphane Brizé

Por supuesto, en el Palmarés de una edición de notable nivel medio de calidad, muy superior al de las dos precedentes, no caben todos los títulos que merecerían figurar en él. Pero aun así, se hace muy cuesta arriba la total marginación de algunos como el excelente trabajo de reconstrucción semidocumental que efectúa Stéphane Brizé con En guerre, o los de Jia Zhang-Ke en Les éternels, Nuri Bilge Ceylan en El peral salvaje (el film peor tratado por la organización, al situarlo en el último lugar de la Competición, cuando la Prensa ya no podía prácticamente hablar de él), o Lee Chang-dong en Burning, el preferido por la crítica internacional, como se demostró al otorgarle el premio de su Asociación, Fipresci. Al menos, otras dos películas relevantes del certamen, Dogman, del italiano Mateo Garrone, y Ayka, del ruso Sergei Dvortsevoy, sí hallaron hueco en el Palmarés al ensalzar a sus potentes y convincentes intérpretes, Marcello Fonte y Samal Yesyamova.

Me alegro coincidir con mi compañera Laura Pérez en la valoración que ambos hemos hecho del film belga Girl, de Lukas Dhont, con cuya importancia también estuvo de acuerdo tanto el Jurado a la hora de elegir la Cámara de Oro, galardón que premia la mejor “opera prima” de todo el certamen, como la Fipresci en su decisión respecto a la sección paralela Un Certain Regard. Paradójicamente, el Jurado propio de ese apartado solo la destacaría por la labor de su protagonista, Victor Polster, optando por la estimable sueca, de corte fantástico, Gräns, de Ali Abbasi.
"Gräns", de Ali Abbasi


Finalizaba de esta manera un Cannes que ha dado un cierto giro a su programación oficial, no ya por la revelación de nuevos autores –que apenas ha sucedido– como por el carácter social y crítico de buena parte de las películas, situadas en la actualidad o, como muy atrás, en las décadas de los 70 y los 80, salvo la excepción de Guerra Fría. No ha habido films históricos propiamente dichos, lo que parece deberse a cuestiones de producción, pero sí una fuerte presencia de conflictivas relaciones amorosas, muy “púdicas” por otra parte, y de una dura violencia que se diría signo de nuestro tiempo. Las “estrellas” internacionales sobre la alfombra roja han escaseado, quizá porque la realidad no esté para demasiadas vanaglorias…

(Publicado en "Turia" de Valencia, mayo de 2018).


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