Sobredosis de cine en el tramo final


Ni al más torpe de los organizadores de un Festival se le ocurriría programar tres películas a competición el día en que se cierra la misma. Con el agravante de que la última de las últimas es ‘El peral salvaje’, de Nuri Bilge Ceylan, una de las más esperadas, pues con la anterior, ‘Sueño de invierno’, el cineasta turco logró la Palma de Oro en 2014. Y todavía más: dado que en esta edición se ha instaurado la fórmula de que la Prensa vea los films al tiempo o después de la proyección oficial (como ya comentamos al inicio de estas crónicas), no habrá mañana críticas a ella en los medios escritos, pues la sesión para los periodistas terminará a más de las once de la noche de hoy, dado que ‘El peral salvaje’ supera además las tres horas de duración.
"El peral salvaje", de Nuri Bilge Ceylan

La única explicación para que Cannes haga esto puede ser que afecta a los títulos que se añadieron a la Competición Oficial en el último momento, por lo que no han encontrado lugar mejor para meterlos que esta jornada final a concurso. Pobre justificación que enmascara ciertos desajustes organizativos percibidos en esta edición, especialmente en el trato a los informadores, a los que se les ha arrebatado el presunto “privilegio” de poder escribir sus reseñas con una cierta tranquilidad y dentro de los cierres adecuados.

Tampoco se entiende que, con una distancia de pocas horas, se hayan programado dos películas tan similares como ‘Cafarnaún’, de la libanesa Nadine Labaki, y ‘Ayka’, del ruso Sergei Dvortsevoi. En países y sociedades evidentemente distintos, pero ambas vienen a hablar de lo mismo: la tremenda vida de los refugiados sin papeles, la extrema pobreza, la lucha por la vida de los niños, la maternidad, la carencia de trabajo, las mafias que explotan la situación, ya sea para explotar a los inmigrantes “ilegales” o para vender a familias pudientes bebés desatendidos por la necesidad que pasan sus madres… Ambas películas son gemelas y resultan elogiables por su capacidad de denuncia de situaciones de desigualdad realmente escandalosas; e incluso ambas utilizan un estilo similar, cámara en mano siguiendo a sus protagonistas, en la estela que dejaran marcada los Dardenne. En este sentido, la manejabilidad de las actuales cámaras digitales está imponiendo una forma de rodar cada vez más habitual, muy próxima a la reconstrucción documental y en largos planos-secuencia.

"Cafarnaún", de Nadine Labaki

De Nadine Labaki cabe recordar su “opera prima” en 2007 como directora, ‘Caramel’, que fue un éxito en España, hasta el punto de dar nombre a una conocida distribuidora independiente de nuestro país (Caramel Films), ganadora de la Semana de Valladolid en varias ocasiones. Su propuesta en ‘Cafarnaún’ se resumiría en la contestación que el niño protagonista de 12 años da a un juez que le pregunta por qué ha denunciado a sus padres ante la Justicia: “Por haberme traído al mundo”, simplemente… A un mundo tan hostil y plagado de miseria, malos tratos y confusión donde este crío tiene que cuidar de un bebé sin ningún medio para hacerlo, después de que su madre (una etíope “irregular”) haya desaparecido. Quizá para compensar tanta angustia como la que el espectador pasa viendo a estos dos niños vagabundeando por las calles, Nadine Labaki opta por un “final feliz” que resulta más deseable que verosímil.

"Ayka", de Sergei Dvortsevoi

Angustia que respira cada una de las imágenes de ‘Ayka’, cuando la mujer de este nombre abandona a su bebé recién nacido con el fin de buscar cualquier trabajo para poder sobrevivir y pagar sus deudas a los traficantes. En medio de una gigantesca nevada en Moscú, sufre continuas hemorragias al no haberse recuperado debidamente del parto y se expone a una grave mastitis por acumularse en sus pechos la leche materna. El segundo largometraje de Sergei Dvortsevoi deja sin aliento al mostrar una realidad totalmente alejada de cuanto proclama la propaganda del régimen de Putin.

Es también una segunda obra ‘Un cuchillo en el corazón’, del francés Yann González. Pero mejor casi pasarla por alto: se trata de una pésima película, entre el cine de género y el “porno” gay, absolutamente fuera de lugar en un certamen de la importancia de Cannes, por más que pretenda encerrar una metáfora sobre el carácter asesino del Sida al final de la década de los 70.

Y mañana, ya, después de esta jornada exhaustiva, el Palmarés final.

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 19 de mayo de 2018).

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