En la que puede considerarse como una jornada de transición
hacia las últimas películas de la Competición Oficial, las de Polanski y
Jarmusch, el Festival ha dado margen para fijarse en otras de las muchas
actividades que propone. Y, de manera destacada, en la exposición “Los dibujos
de la libertad”, en la que más de 80 viñetas periodísticas de diversos países
(con predominio de las firmadas por Plantu en “Le Monde”y “L’Express”, pero
ninguna española, huelga decirlo) celebran con humor al mundo del cine y a
algunas de sus figuras más destacadas, como Bergman, Fellini, Haneke, Woody Allen
o Spielberg. Pero también con la particularidad de fijarse en países con graves
limitaciones a la libertad de expresión, Argelia e Irán en concreto, sobre las
que ironizan, hasta donde pueden, estas obras gráficas. Que, en el caso iraní, se
suplementaba con la presentación de ‘Los manuscritos no arden’, de Mohammad
Rasoulof, en la sección Un Certain Regard, película rodada de manera “oculta”
para evitar la censura y que aborda, con desigual fortuna, aspectos
relacionados con la represión del régimen de Ahmadineyad, que no debe olvidarse
que tiene detenidos desde hace tres años a Jafar Panahi y a otros cineastas que
se oponen a él.
Antes de entrar en la Competición, debe dejarse constancia de
uno de los films más insólitos de esta 66 edición, aunque se halle incluido
fuera de ella: ‘All is Lost’, de J.C. Chandor, cuya ópera prima, ‘Margin Call’,
supuso el primer y probablemente mejor acercamiento a la crisis financiera
norteamericana. Nada que ver, desde el punto de vista temático, con su segunda
obra, dominada por un excelente y en muy buena forma Robert Redford que encarna
a su único personaje, empeñado en una denodada lucha por la supervivencia
después de que su velero sufra una grave vía de agua al chocar con un
contenedor a la deriva. Mantener con esta única situación una película de 105
minutos, con apenas unos diálogos y un sugerente final “abierto” a la interpretación
del espectador, no está al alcance más que de cineastas muy dotados, y Chandor demuestra
serlo. A algunos ‘All is Lost’ les recuerda a ‘La vida de Pi’, pero
afortunadamente sin sus ínfulas metafísicas y espiritualistas; a otros a
‘Buried’/‘Enterrado’, pero al aire libre y sin el recurso del uso del teléfono
móvil al que acudía Rodrigo Cortés. En este caso, es pura y dura acción física
para mantenerse vivo ya sea en el pequeño barco o en el bote adjunto. Y se ha
dado la curiosa circunstancia de que, mientras Robert Redford subía entre
aclamaciones la alfombra roja, un diluvio caía sobre Cannes, como si el destino
del actor estuviese fatalmente marcado por el agua.
Al contrario de lo sucedido con ‘All is Lost’, los dos
títulos a concurso en la Sección Oficial no han despertado apenas frío ni
calor. Unidos levemente por el peso que en su trama alcanza el cristianismo, ya
sea en su versión católica o protestante, ahí terminan las similitudes entre
‘The Immigrant’, de James Gray (cuya mejor película sigue siendo la cuarta de
su filmografía, ‘Two Lovers’), y ‘Michael Kohlhaas’, de Arnaud des Pallières,
cuya trayectoria previa se ha desarrollado básicamente en el documental. Aquí
se atreve con una adaptación de la famosa novela breve de Heinrich von Kleist,
que –además de por Volker Schlöndorff en 1969– ya fue llevada otras dos veces a
la pantalla, con las novedades de situar en territorio francés lo que en el
original es Alemania, la actualización del lenguaje empleado y el protagonismo
de quien lograra aquí el pasado año el Premio al Mejor Actor por ‘La caza’, el
danés Mads Mikkelsen. Sin que deba omitirse la sorpresa de encontrar durante
unos minutos a Sergi López en plan Sancho Panza y hablando en catalán, como
corresponde a todo un vicepresidente de la Academia de Cine de Catalunya…
Si ‘Michael Kohlhaas’ nos retrotrae a una fallida revuelta
campesina de comienzos del siglo XVI, ‘The Immigrant’ se queda más cerca, en el
Nueva York de 1921, con la masiva llegada de emigrantes a la ciudad. Gray se
fija en una de ellas, la polaca Ewa, interpretada con su habitual intensidad
por Marion Cotillard, centro de un triángulo amoroso con prostitución y
“varietés” de por medio. El resultado es un melodrama bastante glacial y de
negra tonalidad, donde el amor y el odio se confunden en esa duplicidad moral
que tanto atrae a su director.
Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 25 de mayo de 2013
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