Nicole Kidman como Grace Kelly
Abucheos y silbidos, además de diversas risas no pretendidas
durante la proyección, “saludaron” la presentación ante la Prensa de ‘Grace de
Mónaco’, la película con que el 67 Festival de Cannes ha abierto sus puertas.
No es para menos, porque el film de Olivier Dahan resulta indigno de abrir un
certamen de la importancia de este. Planteado como “una ficción sobre hechos reales”, poco importa que la familia
Grimaldi le haya puesto la proa, al considerar que “se basa en referencias históricas erróneas y literarias dudosas”.
Lo fundamental es que se trata de una película que usa y abusa de la convención
y lo anticuado, en un tipo de relato entre la biografía personal y la Historia
cuyo dominio parece pertenecer a los británicos pero no, desde luego, a los
franceses.
Cannes nos tiene acostumbrados, salvo con algunos titulos de
Woody Allen, a inauguraciones no precisamente maravillosas desde el punto de
vista cinematográfico; sin ir más lejos, ‘El gran Gatsby’ el pasado año. Prima ante
todo la posibilidad de que haya “estrellas” sobre la alfombra roja inaugural, y
de hecho Nicole Kidman –protagonista de ‘Grace de Mónaco’– lo es. En realidad,
su esfuerzo interpretativo supone lo más salvable del film, mientras Tim Roth
como Príncipe Rainiero finge estar siempre muy preocupado y Paz Vega, en el
papel de María Callas, se limita a asomar de vez en cuando su bella cara y a
cantar (en “play back”, lógicamente) un aria de Rossini. Y ello en medio de
mucho lujo y esplendor, intrigas palaciegas y una mirada supercomplaciente
hacia la figura de Grace Kelly, cuyo discurso en la Gala de la Cruz Roja, con
su defensa del amor como solución para todo y para todos, provoca bastante
vergüenza ajena.
Porque, en definitiva, se trata de una hagiografía de la
actriz-princesa, envuelta en dudas sobre la oferta de Hitchcock para volver a
Hollywood a rodar ‘Marnie, la ladrona’ o consagrarse a su sagrado deber como
esposa, madre y soberana de Mónaco. Envolviendo tal “desgarro íntimo”, una
circunstancia histórica: los intentos de De Gaulle por hacer pagar impuestos
franceses a los monegascos y, si se niegan, anexionarse el Principado.
Conflicto en pequeña clave local que el film aborda disparatadamente como se si
tratase de la “crisis de los misiles” que pondría al mundo al borde de la
Tercera Guerra Mundial y que sucedería poco después, en los inicios de la
década de los sesenta.
Olivier Dahan lo hizo mucho mejor al trazar la biografía de Édith
Piaf en ‘La vie en rose’ que ahora cuando se centra en
Grace Kelly, con una película a la que no se dedicaría tanta atención si no
hubiese inaugurado Cannes. Y que, incluso ahora mismo, sufre la polémica entre
su director y su principal financiero, el todopoderoso Harvey Weinstein, a
propósito del montaje definitivo. Aquí se ha presentado el defendido por el
realizador, pero ni con uno ni con otro la cosa tiene arreglo.
Por más que ‘Grace de Mónaco’ sirva de pasto abonado para
crónicas de sociedad y programas de cotilleo, ha sido un mal pistoletazo de
salida para el primer Festival del mundo. Con más de 20 millones de euros de
presupuesto, 4.500 periodistas acreditados (la mayoría de los cuales ya está
aquí) y por encima de los 25.000 participantes en su Mercado, Cannes merecía y
necesitaba de otro inicio. Veremos lo que sucede en esta edición, con una
presencia muy menor de la producción norteamericana comparada a la de años
previos, una clara inclinación hacia la europea y una repetida apuesta por cineastas
que ya son habituales en la Croisette, como Mike Leigh, Atom Egoyan, Nuri Bilge
Ceylan, David Cronenberg, los hermanos Dardenne, Naomi Kawase, Jean-Luc Godard,
Ken Loach u Olivier Assayas, citados por orden de aparición en escena. Por lo
menos, parece que no van a caernos encima los diluvios que tanto nos amargaron la
edición anterior…
(Publicado en "El Norte de Castilla" de Valladolid, 15 de mayo de 2014).
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