Cineastas en un sentido muy amplio.
Porque en esta nueva “asociación cultural” caben todos aquellos que
tengan vinculación con el hecho cinematográfico: productores, directores,
guionistas, actores, músicos, montadores, técnicos, responsables de festivales,
periodistas, críticos…, e incluso en un próximo futuro estudiantes de último
curso de las Facultades de Ciencias de la Comunicación. Por ello, se inclinan
por la “transversalidad”, por convertirse
en una especie de movimiento que reúna a cuantos están inmersos en el cine
español, sea cual sea su actividad profesional.
Se venía gestando desde hace meses,
pero no ha sido hasta el cercano 24 de mayo cuando han celebrado su Asamblea
Constituyente. A partir de ese día la Unión de Cineastas es ya una realidad,
con una dirección colegiada de tres componentes (el productor José Nolla, la
directora Mar Coll y la actriz Ana Risueño), encabezando un Comité de
Coordinación de once miembros. Ya cuentan con cerca de doscientos afiliados,
que cotizarán tan solo cincuenta euros al año, con facilidades para quienes no
puedan abonarlo de una vez o se encuentren en situación de paro.
Dicen,
entre otras cosas, en su manifiesto fundacional: “El cine como bien cultural y forma de vida se encuentra en una
situación de gravedad extrema. Precisamente por ello, consideramos más
necesario que nunca dar un paso adelante a la hora de involucrarnos en el
devenir de nuestra profesión, de aquello que amamos, reclamando el lugar que
nos corresponde como ciudadanos en el escenario social y político de nuestro
país y dentro del ámbito europeo e internacional, pero también entre nosotros,
promoviendo un nuevo espacio de
encuentro en el que poder dialogar, proponer, construir y trabajar juntos”.
De ahí que se planteen un ambicioso programa de actuación, donde confluyen
desde aspectos legislativos y de contacto con la Administración hasta
propuestas educativas, pasando por temas como los diversos accesos de las
películas por parte del público.
Heredera
en cierta manera de aquella oleada de oposición que se llamó “Cineastas contra
la Orden” (referida a la tan nociva Orden Ministerial que se aprobó en octubre
de 2009), pero también con claros ecos de recientes movimientos ciudadanos y
sociales, la Unión de Cineastas está formada sobre todo por gente joven que
quiere actuar con decisión en el presente y futuro de su actividad creativa y
laboral. ¿Quedará todo en bellas palabras o se convertirá en un importante instrumento
para mejorar la situación de nuestro cine, que atraviesa un momento
especialmente difícil y delicado?
Solo
el tiempo dará la respuesta en un sentido o en otro, y mucho va a depender del
eco que sus propuestas despierten en el sector y de su capacidad para
impulsarlas con inteligencia y determinación. Pero hacía falta, aquí y ahora,
una plataforma así. La cosa tiene buena pinta.
(Publicado en "Turia" de Valencia, junio de 2014).
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