Mientras Turquía llora a los trescientos muertos de la
catástrofe minera de Soma, el cineasta más prestigioso del país, Nuri Bilge
Ceylan, presentaba su película ‘Sueño de invierno’ en la Competición de Cannes.
Todos los integrantes del equipo del film llevaban un lazo negro en señal de
luto durante la proyección de uno de los títulos más esperados en el Festival,
al que incluso se cita como favorito para la Palma de Oro. Lo que no fue óbice
para que la organización le dispensara un trato vejatorio, con un solo pase
oficial a las 3 de la tarde donde se juntaban invitados, periodistas y público,
e inmensas dificultades para acceder a él y que todos cupiéramos en el Palacio
(muchos se quedaron fuera, pese a las numerosas protestas). Como ya señalaba
ayer, Cannes se permite cosas que no se le aceptarían a ningún otro festival
del mundo y abusa continuamente de ser el primero de ellos.
"Sueño de invierno", de Nuri Bilge Ceylan
“Conversaciones en la Capadocia”, podía subtitularse con
razón ‘Sueño de invierno’. Porque es en esa región tan bella como extraña donde
sucede y porque la película va enlazando a lo largo de tres horas y cuarto
diálogos entre sus pocos personajes. La manera de afrontar al mal, el
compromiso del escritor, las diferencias en la forma de enfocar la vida por
parte de una pareja, los motivos de la humillación y las respuestas ante ella,
entre otros muchos temas, componen el film. Que posee una gran altura
cinematográfica, donde las resonancias del cine de Bergman son muy
perceptibles, pero también enjundia teatral, que busca emparentarse con el “no
pasa nada en la superficie, pero mucho en el fondo” tan típico de las piezas de
Chejov. No por casualidad su protagonista es un actor retirado, que vive del
hotel para turistas que ha heredado de su padre en la Capadocia, y cuya ilusión
es escribir una Historia del teatro turco.
Supone ‘Sueño de invierno’ el punto hasta ahora máximo de la
filmografía de Nuri Bilge Ceylan, premiada ya en Cannes en tres ocasiones: con
el Gran Premio del Jurado por ‘Uzac’ en 2003 y por ‘Érase una vez en Anatolia’
hace tres años, y con el Premio a la Mejor Dirección por ‘Los tres monos’ en
2008, además de otros galardones paralelos. Por tanto, cabe considerarle entre
los “hijos de Cannes”, aunque aquí se le haya reservado el trato antes descrito.
Pero su cine no es para todos los paladares, como deducirán los que hayan visto
al menos uno de los films citados; ‘Sueño de invierno’ tampoco lo es, entre
otras cosas por la incesante lectura de subtítulos que exige a quienes no
sabemos turco. Pero, vencido este y algún otro “obstáculo” (como una equivocada
secuencia donde se cambia sin motivo el punto de vista de la narración), va a
quedar sin duda como uno de los grandes films de esta edición.
Actrices y actores de "Relatos salvajes" con el director, Damián Szifrón
Quizá también quede ‘Relatos salvajes’ por ser la única
comedia (desde luego, por ahora, y me temo que hasta el final) de la Sección
Oficial. Eso sí, una comedia ácida, de fuerte contenido satírico, como su
nombre evoca. Escrita –un excelente guion– y dirigida por Damián Szifrón, del
que conocíamos ‘Tiempo de valientes’, está compuesta por seis historias
diferentes que tienen como nexo conceptual situaciones de máxima tensión a las
que se acaba respondiendo de forma radical y despojándose de cualquier
limitación o prejuicio. Coproducción minoritaria española, al 30%, a cargo de
El Deseo, de los hermanos Almodóvar, y apoyada por el Programa Ibermedia,
‘Relatos salvajes’ es básicamente una película argentina, con un elenco de primera
fila de actrices y actores de ese país. Si tal reparto supone un decisivo apoyo
para el film, este sabe también, con su divertida ferocidad crítica, evitar las
desigualdades que suelen lastrar proyectos similares de unir varias historias
en una misma película.
Nada más opuesto a ‘Relatos salvajes’ que ‘Saint Laurent’
(también en la Sección Oficial), biografía del famoso modisto Yves Saint
Laurent, mitificado como los franceses saben hacer. El atractivo de verla
radica en lo que le interese al espectador todo este mundo de alta costura,
“glamour”, droga y homosexualidad refinada. No es mi caso. Aunque no deje de
reconocer detalles de buen cineasta en la reconstrucción ambiental que lleva a
cabo Bertrand Bonello e interpretativos en el protagonista, Gaspard Ulliel.
(Publicado en "El Norte de Castilla" de Valladolid, 18 de mayo de 2014).
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