Hay que cambiar de discurso


No soporto ya más el tono lastimero de las gentes del cine español. Otra cosa es la protesta, la reivindicación, la exigencia. Porque tienen razones de sobra para hacerlas: el absoluto desprecio de este Gobierno hacia la cultura, la brutal subida del IVA desde el 8 al 21% en el precio de las entradas, el vertiginoso descenso del Fondo de Protección a la Cinematografía (a 39 millones, cuando según la Memoria Económica de la Ley de diciembre de 2007 tenía que llegar a los 100 millones), la no convocatoria de numerosas ayudas, la paralizante indefinición en que en estos momentos se debate el sector… Motivos existen más que suficientes para “levantarse en armas”, para resistir y hablar bien alto y claro, pero no a base de lamentos plañideros ni de gestos de que somos muy buenos para que nos concedan unas migajas. Gracián ya dejó sentado que “la queja trae descrédito”, y no lleva a ninguna parte seguir por ese camino, que solo conduce a que el poder se muestre en ocasiones benevolente y disfrace de palabras retóricas lo que no es más que vacío y desprecio respecto a quienes no considera de los suyos.

Creo, por tanto, que hay que cambiar de discurso: oponer la creatividad a la hostilidad; rebelarse haciendo aquello que no quisieran que hiciéramos; mantener una actividad máxima, precisamente porque están tratando de que desaparezca. El cine español ha pasado por etapas todavía peores que esta, sobre todo la larguísima del franquismo con su censura omnipotente. Pero nuestro cine sobrevivió y logró ir creciendo. Aprendamos de ello y sepamos adecuarlo a los tiempos actuales. Si hay que rodar películas de bajo presupuesto, se ruedan (ya se están rodando). Si hay que inventar nuevos métodos de financiación, se inventan (ya se están inventando). Si ante el cierre de distribuidoras y pantallas, hay que ensayar sistemas distintos de comercialización, se ensayan (ya se están ensayando). Todo menos quedarse esperando las limosnas oficiales o televisivas, todo menos limitarse a poner gesto de disgusto o de fastidio. Hagamos, aunque sea en condiciones muy difíciles. No podrán con el cine español: la creatividad, la imaginación, la lucidez, siempre serán más fuertes que ellos en su mediocridad e inopia. No se trata de ningún triunfalismo voluntarista; la Historia demuestra que es así.


Ya se ha dicho muchas veces que “el pesimismo es reaccionario”, que acaba siendo una forma de escaparse de la realidad que conduce a la inacción y a la parálisis. Optemos por lo contrario, por la vitalidad y la creencia en sí mismos, aunque todo esté en contra, por más que el ambiente nos invite a la dejadez y al abandono. Han de surgir voces nuevas, propuestas diferentes, soluciones alternativas y llenas de vigor. De lo contrario, parafraseando el título de una conocida novela, “nos matarán lamentándonos”.


Publicado en "Turia" de Valencia, mayo de 2013

El Jurado de Cannes confirma los pronósticos



Como sucedió hace tres años con ‘Tío Boonmee, que recuerda sus vidas pasadas’, España vuelve a llevarse un trocito de Palma de Oro con la tan justamente obtenida por ‘La vie d’Adèle’. Gracias a la participación financiera de Andrés Martín (Vértigo Films), algo de ese máximo premio de Cannes tiene que ver con nuestro país, en un año en el que precisamente apenas ha estado representado. La excelente película del tunecino afincado en Francia Abdellatif Kechiche, centrada en la pasión amorosa de dos mujeres, partía como favorita en todos los pronósticos, y el Jurado presidido por Steven Spielberg ha venido a confirmar lo que era el sentir general. Así lo demuestra también el que haya logrado el Premio de la Crítica Internacional (FIPRESCI), en una coincidencia que no suele producirse. Una vez más, hay que insistir en que ‘La vie d’Adèle’ ha sido la “película del Festival” y con esta consideración quedará para el futuro.

Conviene señalar, por si no se sabe suficientemente, que –según establece el reglamento del certamen– la película que obtenga la Palma de Oro no puede figurar en más ocasiones dentro del palmarés, al entenderse que su valía se extiende a todos los apartados del film. De ahí que sus actrices, y en especial la gran revelación que supone Adèle Exarchopoulos, no hayan obtenido el Premio a la Mejor Interpretación Femenina, que ha recaído en la también notable Bérénice Bejo de ‘Le passé’ (¿la recuerdan como la fan/estrella de ‘The Artist’?), del iraní Asghar Farhadi. Ya sucedió el pasado año con Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva en ‘Amour’ y, lo mismo que entonces, el Jurado ha querido asociar el nombre de las protagonistas a la Palma de Oro, queriendo así dar el relieve que merece su trabajo.

También los otros dos títulos que citábamos ayer como “fijos” en las quinielas, han quedado ratificados en el palmarés: ‘Inside Llewyn Davis’, de los hermanos Coen, con el Gran Premio del Festival –segundo en importancia– para una obra que sabe reflejar el ambiente musical del Greenwich Village neoyorquino a comienzos de la década de los sesenta a través de la historia de un perdedor; y ‘A Touch of Sin’, de Jia Zhangke, cuya acerado retrato de la China actual se ha visto recompensado con el Premio al Mejor Guion. Mientras que también hacia Oriente, Japón en este caso, se ha ido el Premio del Jurado para ‘A tal padre, tal hijo’, donde Hirokazu Kore-Eda demuestra su conocimiento del mundo infantil, aunque en este caso el protagonismo recaiga sobre unos padres que se enteran de que su hijo no es biológicamente suyo. Y para que las recompensas a las cinematografías orientales no quedasen en estos dos títulos, la Cámara de Oro a la Mejor Opera Prima (en cuya decisión intervenía Isabel Coixet) ha llegado a Singapur por ‘Ilo Ilo’, de Anthony Chen, sobre la relación entre una familia y su sirvienta, presentada en la Quincena de Realizadores; y el Gran Premio de la sección paralela Un Certain Regard, también con Enrique González Macho como jurado español, recompensaba al sensible y lúcido documental del camboyano Rithy Panh, ‘L’Image manquante’.

Solo dos decisiones en el palmarés han sorprendido realmente: la de Amat Escalante como Mejor Director por ‘Heli’, un duro y considerable reflejo de la violencia existente en amplias zonas de México, repitiéndose lo que en la pasada edición sucedió con su compatriota Carlos Reygadas; y el de Mejor Actor para Bruce Dern por ‘Nebraska’, de Alexander Payne, quizá un tributo de Spielberg al ya muy veterano actor norteamericano, en un papel pasivo y con escasa expresividad dada la situación física y mental de su personaje, que palidece frente al Michael Douglas de ‘Behind the Candelabra’, el Óscar Isaac de ‘Inside Llewyn Davis’ o el Toni Servillo de ‘La grande bellezza’, sin duda la gran perdedora de esta edición.

Pero, en términos globales, se trata de un buen palmarés, equilibrado y que parece estar muy meditado, sin esos incomprensibles “disparates” de otras ocasiones y que se han dado no solo en Cannes. A su Jurado Internacional de este 2013 se le puede aplicar aquella frase que decían los actores del Siglo de Oro al finalizar sus actuaciones: “Perdónense nuestros errores si acertamos en lo principal”… Hasta el próximo año.

Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 27 de mayo de 2013


Kechiche, los Coen y Zhangke, favoritos en Cannes


A pocas horas de conocerse el palmarés del 66 Festival de Cannes, tres son las películas que aparecen como claras favoritas: por encima de todas, ‘La vie d’Adèle’, de Abdellatif Kechiche, seguida por ‘Inside Llewyn Davis’, de los hermanos Cohen, y ‘A Touch of Sin’, de Jia Zhangke. También cuentan con opciones ‘La grande bellezza’, de Paolo Sorrentino, ‘Like Father, Like Son’, de Hirokazu Kore-Eda, y ‘Le passé’, de Asghar Farhadi. Que entre los veinte títulos que componían la Competición Oficial, haya seis con aspiraciones a la Palma de Oro, ya señala que el nivel medio de esta edición ha sido alto, aunque solo ‘La vie d’Adèle’ posee esas características especiales que hicieron que la denomináramos como “la película del Festival”. Opinión refrendada por la inmensa mayoría de la crítica, como lo demuestra que –en lo que constituye un récord histórico– de los quince comentaristas consultados por la revista profesional “Le Film Français”, doce de ellos la hayan situado al máximo nivel. Solo ha tenido la postura negativa del muy conservador “Le Figaro”, sin duda por una cuestión de reserva moral ante la explicitud de sus escenas lésbicas.


De cualquier forma, en todo festival cada cual tiene su palmarés y los integrantes del Jurado Internacional no van a ser menos. Es de dominio público que se halla presidido por Steven Spielberg –pocas veces un presidente del Jurado ha sido tan aclamado en la alfombra roja–, pero no se ha divulgado tanto el resto de su composición, perfectamente equilibrada entre cuatro cineastas (Naomi Kawase, Ang Lee, Cristian Mungiu, Lynne Ramsay) y cuatro intérpretes (Daniel Auteuil, Vidya Balan, Nicole Kidman, Christopher Waltz), balanza que Spielberg lleva al lado de los directores. ¿Cuáles serán sus opciones? Ejemplos hay a decenas con palmarés totalmente inesperados, e incluso disparatados, que dejan en evidencia a cuantas “quinielas” se hubieran podido elaborar.

Previamente a este día de decisiones, cerraban la Competición Oficial ‘La Vénus à la fourrure’, de Roman Polanski, y ‘Only Lovers Left Alive’, de Jim Jarmusch, dos nombres de peso que, sin embargo, no parecen entrar en esas “quinielas” citadas. Lo merecería más Jarmusch, al narrar la muy especial historia de dos amantes que viven por encima de los tiempos, dada su exclusiva condición de vampiros… Considerando como “zombies” a todos cuantos no son como ellos y bajo los significativos nombres de Adán y Eva, su existencia transcurre a lo largo de diversas etapas históricas, que han de transitar marcados por su imperiosa necesidad de sangre humana. Pero no se crea por ello que ‘Only Lovers Left Alive’ sea una película efectista ni llena de efectos “gore”. Al contrario, donde Jarmusch muestra su máximo nivel (que parecía totalmente perdido en su anterior trabajo, ‘Los límites del control’) es en los paseos en coche de la pareja por un Detroit solitario y decadente o en la descripción de un mundo crepuscular, sobre todo el de él, cerrado sobre sí mismo y su música, obsesión que el protagonista comparte con el propio Jarmusch. Salvo el fallido personaje de la hermana de Eva y un final que no se halla a la altura de la propuesta global del film, este va más allá de un simple “divertimento” de autor y cabe ser interpretado como una sugerente metáfora sobre la droga.

Por el contrario, Polanski no arriesga demasiado al adaptar la obra teatral de Davis Ives que, a su vez, se basa en la famosa novela “La Venus de las pieles” de Sacher-Masoch, la biblia del sadomasoquismo. El único escenario de un teatro vacío, solo los personajes del director de la pieza y una actriz que aspira a ser su protagonista, mantenimiento de las tres unidades de acción, espacio y tiempo, juego con las relaciones de poder… Polanski ya ha hecho cosas similares, hace tiempo con ‘La muerte y la doncella’ o muy recientemente con ‘Un dios salvaje’, su película anterior. Sin duda lo hace bien, con una planificación inteligente y fluida, con un dominio del “crescendo dramático”, con habilidad al dosificar en él momentos de humor. Pero todo ello ya lo sabíamos, esta revisión de la ‘Venus de las pieles’ no nos ofrece apenas nada que no suene a previsible.

Mientras Cannes se va apagando, Francia llora la muerte de Georges Moustaki –que será enterrado en el cementerio parisino de Père Lachaise el próximo lunes–, como suele hacerlo cuando pierde a uno de sus grandes artistas.

Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 26 de mayo de 2013


Cannes da espacio a los "dibujos de la libertad"


En la que puede considerarse como una jornada de transición hacia las últimas películas de la Competición Oficial, las de Polanski y Jarmusch, el Festival ha dado margen para fijarse en otras de las muchas actividades que propone. Y, de manera destacada, en la exposición “Los dibujos de la libertad”, en la que más de 80 viñetas periodísticas de diversos países (con predominio de las firmadas por Plantu en “Le Monde”y “L’Express”, pero ninguna española, huelga decirlo) celebran con humor al mundo del cine y a algunas de sus figuras más destacadas, como Bergman, Fellini, Haneke, Woody Allen o Spielberg. Pero también con la particularidad de fijarse en países con graves limitaciones a la libertad de expresión, Argelia e Irán en concreto, sobre las que ironizan, hasta donde pueden, estas obras gráficas. Que, en el caso iraní, se suplementaba con la presentación de ‘Los manuscritos no arden’, de Mohammad Rasoulof, en la sección Un Certain Regard, película rodada de manera “oculta” para evitar la censura y que aborda, con desigual fortuna, aspectos relacionados con la represión del régimen de Ahmadineyad, que no debe olvidarse que tiene detenidos desde hace tres años a Jafar Panahi y a otros cineastas que se oponen a él.

Antes de entrar en la Competición, debe dejarse constancia de uno de los films más insólitos de esta 66 edición, aunque se halle incluido fuera de ella: ‘All is Lost’, de J.C. Chandor, cuya ópera prima, ‘Margin Call’, supuso el primer y probablemente mejor acercamiento a la crisis financiera norteamericana. Nada que ver, desde el punto de vista temático, con su segunda obra, dominada por un excelente y en muy buena forma Robert Redford que encarna a su único personaje, empeñado en una denodada lucha por la supervivencia después de que su velero sufra una grave vía de agua al chocar con un contenedor a la deriva. Mantener con esta única situación una película de 105 minutos, con apenas unos diálogos y un sugerente final “abierto” a la interpretación del espectador, no está al alcance más que de cineastas muy dotados, y Chandor demuestra serlo. A algunos ‘All is Lost’ les recuerda a ‘La vida de Pi’, pero afortunadamente sin sus ínfulas metafísicas y espiritualistas; a otros a ‘Buried’/‘Enterrado’, pero al aire libre y sin el recurso del uso del teléfono móvil al que acudía Rodrigo Cortés. En este caso, es pura y dura acción física para mantenerse vivo ya sea en el pequeño barco o en el bote adjunto. Y se ha dado la curiosa circunstancia de que, mientras Robert Redford subía entre aclamaciones la alfombra roja, un diluvio caía sobre Cannes, como si el destino del actor estuviese fatalmente marcado por el agua.

Al contrario de lo sucedido con ‘All is Lost’, los dos títulos a concurso en la Sección Oficial no han despertado apenas frío ni calor. Unidos levemente por el peso que en su trama alcanza el cristianismo, ya sea en su versión católica o protestante, ahí terminan las similitudes entre ‘The Immigrant’, de James Gray (cuya mejor película sigue siendo la cuarta de su filmografía, ‘Two Lovers’), y ‘Michael Kohlhaas’, de Arnaud des Pallières, cuya trayectoria previa se ha desarrollado básicamente en el documental. Aquí se atreve con una adaptación de la famosa novela breve de Heinrich von Kleist, que –además de por Volker Schlöndorff en 1969– ya fue llevada otras dos veces a la pantalla, con las novedades de situar en territorio francés lo que en el original es Alemania, la actualización del lenguaje empleado y el protagonismo de quien lograra aquí el pasado año el Premio al Mejor Actor por ‘La caza’, el danés Mads Mikkelsen. Sin que deba omitirse la sorpresa de encontrar durante unos minutos a Sergi López en plan Sancho Panza y hablando en catalán, como corresponde a todo un vicepresidente de la Academia de Cine de Catalunya…

Si ‘Michael Kohlhaas’ nos retrotrae a una fallida revuelta campesina de comienzos del siglo XVI, ‘The Immigrant’ se queda más cerca, en el Nueva York de 1921, con la masiva llegada de emigrantes a la ciudad. Gray se fija en una de ellas, la polaca Ewa, interpretada con su habitual intensidad por Marion Cotillard, centro de un triángulo amoroso con prostitución y “varietés” de por medio. El resultado es un melodrama bastante glacial y de negra tonalidad, donde el amor y el odio se confunden en esa duplicidad moral que tanto atrae a su director.


 Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 25 de mayo de 2013

Con 'La vie d'Adèle', llegó "la película del Festival"




Todos los años hay una película en Cannes que “marca” la edición que se está viviendo y a la que se recordará en el futuro por ese título. El pasado año fue ‘Amour’, de Haneke; y el anterior, ‘Melancholia’ o ‘El árbol de la vida’, según los gustos, e incluso ‘The Artist’. Ese papel, salvo que haya grandes sorpresas en los dos días que quedan de competición, va a corresponderle en 2013 a ‘La vie d’Adèle’, de Abdellatif Kechiche, un film extraordinario llamado a estar en lo más alto del palmarés. Presentado con el subtítulo de ‘Capítulo 1 y 2’, como si su director pensara en seguir la posterior trayectoria de su protagonista, lo que él mismo no descarta y nosotros deseamos, su producción es francesa, aunque en su financiación también ha intervenido el vallisoletano Andrés Martín con su compañía Vértigo Films. Además, ‘La vie d’Adèle’ posee la virtud de revelar a una joven actriz de enorme talento, Adèle Exarchopoulos, a quien difícilmente nadie podrá arrebatar el Premio a la Mejor Interpretación Femenina.


Se basa Kechiche (cuya película más destacada hasta el momento era ‘L’Esquive’, de hace una década) en un conocido cómic para adultos, ‘Le bleu est une couleur chaude’, de Julie Maroh, que fue el título de rodaje del film y con el que posiblemente se conozca en España bajo su traducción de ‘El azul es un color cálido’. Poco importa un nombre u otro, porque la valía de la película seguirá siendo la misma, realmente especial. Se narra en ella la profunda historia de amor entre dos mujeres, de diferente edad y condición social, pero centrándose sobre todo en el personaje de Adèle desde que tiene 15 años y estudia en el instituto hasta que, como maestra de una escuela infantil, ya está en la veintena. Su pasional relación con la pintora Emma (que también cuenta con una buena interpretación de Léa Seydoux) va a marcar su vida personal, aunque ello no le haga disminuir su entrega al trabajo en el que cree.

Espléndidamente rodada en un casi continuo primer plano, el comienzo de ‘La vie d’Adèle’ hace temer el típico film francés de instituto, a base de “ligues” y atractivos profesores de Literatura, pero pronto tal resquemor se diluye. Lo que prevalecerá a lo largo de casi tres horas, junto a una estética muy elaborada, es la profundización psicológica en la pareja protagonista, que incluye dos intensas secuencias de carácter lésbico como lógica muestra de su pasión compartida. Pero no cabe decir que ‘La vie d’Adèle’ sea simplemente un film sobre la homosexualidad, por más que coincida con el actual debate social existente en Francia, sino que su propósito –y logro– se halla en el poderoso conflicto amoroso y humano que sitúa ante el espectador. Gran, importante película.

Palidece ante ella ‘Nebraska’, de Alexander Payne, rodada en blanco y negro quizá como referencia simbólica a la alta edad de la mayoría de sus personajes y, en concreto, del que centra el relato, interpretado por Bruce Dern. Su obsesión por hacer un larguísimo viaje en pos de un premio que cree haber conseguido, semeja a la del Alvin de ‘Una historia verdadera’, aunque el personaje de David Lynch iba en busca de su hermano, y no en coche con su hijo como aquí sino a bordo de una pequeña segadora. Tiene ‘Nebraska’ la tonalidad habitual de su autor, de ‘Los descendientes’, ‘Entre copas’ o ‘A propósito de Schmidt’: la de abordar temas graves (en este caso, la decadencia física y psíquica que implica la vejez) mediante una mirada amable y cordial que deriva habitualmente hacia la comedia. Payne, quien en su día estudiase en Salamanca y habla fluidamente castellano, ha conseguido así un sello propio, expresado a menudo a través de “road movies”, del que ‘Nebraska” es una nueva prueba.

Mientras tanto, el “otro Cannes”, al que no solemos acceder los periodistas que nos levantamos a las 7 de la mañana para empezar a ver cine durante toda la jornada, se divierte en sonoras fiestas nocturnas sobre la playa. Tan sonoras que el Ayuntamiento de la ciudad ha lanzado un ultimátum a sus organizadores para que bajen el nivel de decibelios que se estaba alcanzando. Con un contundente argumento: “Cannes no es Ibiza y no lo será jamás”

Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 24 de mayo de 2013




El cine español aparece en Cannes


“El cine refleja siempre la realidad o parte de ella, y las películas españolas han sido en cada momento espejo de la situación política del país y sus costumbres. En los años treinta, se instituyó una República que equiparó en libertad a la mujer con el hombre. La Guerra Civil dividió en dos bandos también a las mujeres, y la victoria del fascismo las devolvió a ‘su sitio’: el hogar, ‘la pata quebrada y en casa’. Tras la muerte de Franco, la mujer se incorporó a la corriente de lucha por la liberación ya en marcha en el mundo; y en ello continúa”. Bajo estas premisas, Diego Galán ha elaborado el documental de montaje que lleva precisamente el título de ‘Con la pata quebrada’ y que, presentado en la sección Cannes Classics, constituye la única auténtica participación española dentro del Festival. Muy bien acogido, este largometraje de 83 minutos desea –como dice su realizador– reflejar qué imagen de la mujer española ha ofrecido nuestro cine desde la década de los 30 hasta la actualidad.

Y lo hace mediante un montaje de secuencias o escenas de 180 películas, lo que significa un exhaustivo trabajo de búsqueda y selección, con una cierta voluntad humorística y frecuentes momentos musicales. Producida por Enrique Cerezo y El Deseo, sin entrevistas y solo una voz en “off” dicha por Carlos Hipólito (lo que nos remite sin remedio a la serie “Cuéntame”), ‘Con la pata quebrada’ supone un notable esfuerzo de síntesis que, como cualquier otro de sus características, puede resultar discutible, porque todos los espectadores echarán en falta algunos fragmentos concretos. Lo que apenas sucede en su primera hora, con montajes excelente como el de “El día que nací yo” interpretado por Imperio Argentina, mientras vemos imágenes del trágico exilio por la frontera francesa. Pero que sí se echan en falta durante la parte dedicada a los últimos años, donde probablemente Diego Galán habría necesitado de más tiempo y metraje para compensar adecuadamente la lamentable imagen de la mujer resumida con anterioridad por ‘Con la pata quebrada’.

En el capítulo de coproducciones con participación minoritaria española, dos han coincidido en la sección paralela Un Certain Regard: ‘La jaula de oro’, ópera prima del burgalés pero afincado en México Diego Quemada-Díez, y ‘Wakolda’, de la argentina Lucía Puenzo, en el que ya es su tercer largometraje tras ‘XXY’ y ‘El niño pez’. La primera de ellas relata la odisea de tres adolescentes guatemaltecos en su larga travesía hasta llegar clandestinamente a Estados Unidos, atravesando las fronteras mexicanas. Además del durísimo desplazamiento físico, repleto de policías de emigración, “coyotes”, explotadores y viajes en los techos de los trenes, ‘La jaula de oro’ describe con sensibilidad la creciente amistad entre estos críos sometidos a una existencia tan cruel. Apoyado por el Programa Ibermedia, el film de Quemada-Díez se beneficiaría de un montaje más restrictivo que abreviara alguna de sus secuencias, pero ello no le impide aportar un testimonio muy válido sobre esta realidad sangrante, bien mostrada por quien se nota que ha trabajado antes al lado de Ken Loach.

Por su parte, ‘Wakolda’ se refiere a un hecho histórico, la presencia del tristemente célebre médico Josef Mengele (interpretado por un demasiado joven para el papel Àlex Brendemühl) en la localidad argentina de Bariloche, lugar de refugio de una amplia colonia nazi a la que protegió tanto el régimen de Perón como los sucesivos. La relación de Mengele con una familia de la zona y especialmente con la hija de 12 años y su madre, en las que aplica sus experimentos, centra la película, que Lucía Puenzo primero escribió en novela, con gran éxito. Quizá en ella pudo explicar con mayor detenimiento lo que en imágenes resulta algo “disparejo” –que dicen los argentinos–, consecuencia de un guion no siempre bien hilvanado en una narración que, pese a lo cual, se sigue con interés.

Finalmente, sobre la Competición Oficial, reseñemos en plan telegráfico que ‘Grigris’, del chadiano Mahamat-Saleh Haroun, es un honesto y estimable film africano; y que ‘Only God Forgives’, del sobrevalorado Nicolas Winding Refn, ha recibido el primer gran abucheo de las sesiones matinales, producto de su irritante ejercicio de estilo sobre la violencia.

Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 23 de mayo de 2013



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"La grande bellezza" siembra la polémica en Cannes



Para unos, es la adaptación al nuevo siglo de ‘La dolce vita’ y ‘Ocho y medio’, trayendo hasta el presente todo el universo romano que Fellini inmortalizó en sus famosas películas. Para otros, se trata tan solo de una sucesión de imágenes pretenciosas y vacías, de un continuo querer y no poder estar a la altura de tan ilustre precedente. Con la italiana ‘La grande belleza’, de Paolo Sorrentino, la polémica está servida, con apasionados defensores y detractores que la discuten acaloradamente. “Sublime”, “fascinante”, “genial”, dicen los primeros; “ridícula”, “superficial”, “puro manierismo”, responden los segundos. Viene a reproducirse así, con características y protagonistas diferentes, el contencioso que el pasado año enfrentó a crítica y público a propósito de ‘Holy Motors’, de Leos Carax. La verdad es que a Cannes siempre le sienta bien la polémica.


Sin ánimo de quedarse en un cómodo término medio, hay que decir que ‘La grande bellezza’ tiene de todo: secuencias espléndidas, deseo incesante de “epatar”, momentos que quedan en el recuerdo y otros en los que apetece someter a Sorrentino a juicio sumarísimo. Desde luego, lo que no se le puede negar son ambiciones, no ya solo de remedar al mejor Fellini, sino de trazar un retrato –que busca ser irónico pero despiadado– sobre la burguesía intelectual romana de nuestros días, a través de las confesiones de un personaje tan lúcido como cínico, que actualiza el de Marcello Mastroianni en ‘La dolce vita’. Interpretado, y en eso sí está todo el mundo de acuerdo, por un grandísimo actor, tanto de cine como de teatro: Toni Servillo, que ha trabajado en casi la media docena de films realizados por Sorrentino (cinco de ellos presentados en Cannes, es un “hijo predilecto”), con mención especial para ‘Il Divo’, donde encarnaba al recientemente fallecido Giulio Andreotti.

De hecho, este martes ha venido marcado por interpretaciones de alto nivel, porque así también debe considerarse la de Michael Douglas en ‘Behind the Candelabra’, de Steven Soderbergh. Este típico “biopic” (película biográfica) del pianista y “showman” Walter Liberace, quien alcanzó una extraordinaria popularidad en Estados Unidos, sigue los pasos de su relación personal con el joven Scott Thorson (Matt Damon), que fue su amante durante cinco años. En la que vuelve a decir que será su última película, filmada en este caso para el canal televisivo HBO, Soderbergh se esmera en reproducir el mundo gay y “kitsch” que rodeaba a Liberace, poniendo un énfasis especial en la interpretación –incluso vemos a Debbie Reynolds, como la madre del protagonista, y a Dan Aykroyd y Rob Lowe– y la caracterización, con un Douglas casi irreconocible si no fuera por sus ojos y su voz. Ese “ambiente” que quedó destrozado por el sida y las drogas, en el tránsito de la década de los 70 a la de los 80, se plasma en este ‘Behind the Candelabra’, cuyo título hace referencia al candelabro que Liberace siempre situaba sobre el piano durante sus actuaciones, al que puede achacarse una visión demasiado tópica de la homosexualidad.

Y ya que nos estamos refiriendo a actores y actrices, y además de reseñar la aclamada presencia de todos los citados en la famosa “alfombra roja”, quede constancia de un fenómeno que queda muy patente este año en Cannes: su frecuente paso a la dirección, sin por ello renunciar casi nunca a estar también delante de la cámara. Así sucede, con poca fortuna por cierto, en el caso de James Franco con ‘As I Lay Dying’, insoportable adaptación de “Mientras agonizo”, de Faulkner; de Valeria Golino, con la más valiosa ‘Miele’ (ambas presentadas en Un Certain Regard); de Guillaume Canet y su comentada ayer ‘Blood Ties’; o de la insulsa y cargante ‘Un château en Italie’ (Competición Oficial), aunque en el caso concreto de Valeria Bruni Tedeschi, hermana de Carla de Sarkozy, ya se trata de su tercer largometraje como realizadora.

Con lo que les cuesta a los directores, antiguos y nuevos, poner en pie sus proyectos y encontrar la financiación necesaria para ellos, solo falta que los actores, basándose en la popularidad adquirida, les disputen también su trabajo… “Competencia desleal”, cabría llamarlo, aunque lo cierto es que, desde Chaplin, la historia del cine está plagada de ejemplos similares.

Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 22 de mayo de 2013


El día en que el documental superó a la ficción


Hace ya tiempo que el documental tomó carta de naturaleza en los festivales llamados “generalistas”; es decir, aquellos en que se muestra todo tipo de películas. Para ser justos, hay que decir que la Semana de Valladolid fue pionera en este terreno, al crearse la sección “Tiempo de Historia” en 1984, cuando los documentales estaban limitados a los certámenes especializados en ellos. Poco a poco fue variando la situación, hasta el punto de que hoy no resulta nada extraño que alternen con los films de ficción al mismo nivel y en idéntico apartado. E incluso que los superen en relevancia e interés, como ha sucedido en la jornada de ayer de Cannes con ‘Le dernier des injustes’, de Claude Lanzmann, y ‘L’Image manquante’, de Rithy Panh.

Autor de la monumental ‘Shoah’, la obra cinematográfica más importante que se haya realizado sobre el Holocausto, Lanzmann vuelve a él para recuperar la muy importante entrevista que mantuvo en Roma durante 1975 con Benjamin Murmelstein, el último de los decanos del Consejo Judío del “ghetto”/campo de concentración de Terezin, cerca de Praga. Era este Consejo el encargado de organizar la vida diaria, la intendencia y el control interno de los recluidos en cada campo; y en Terezin tal labor tenía un sentido especial porque la propaganda nazi, y concretamente Adolf Eichmann, lo presentaban como un “modelo” de su política respecto a los judíos. Muchos acusaban a ese Consejo, y más directamente a sus decanos o presidentes, de colaboracionismo con el régimen de Hitler, de facilitar el brutal trabajo represivo que ejercían las SS. Por el contrario, Murmelstein defiende que, gracias a ellos, los detenidos aliviaron sus padecimientos cotidianos, que su intercesión resultó fundamental para que la crueldad no llegase a dimensiones todavía más insoportables.

Debate abierto todavía, que plantea cuestiones éticas fundamentales, ‘Le dernier des injustes’ lo aborda a lo largo de casi cuatro horas, en las que lo fundamental, lo auténticamente revelador, es la mencionada entrevista: Lanzmann no consideró adecuada integrarla en ‘Shoah’ porque se alejaba de su estructura e intenciones; si ahora, ya con casi 88 años, lo hace, es porque le parece justo que se conozca antes de que él desaparezca. Así lo manifestó en la presentación de su documental, dentro de una sesión en la que estuvieron presentes la Ministra francesa de Cultura y la esposa del presidente Hollande, llegada especialmente de París para la ocasión. Igualito que en España…
Si Lanzmann tiene el Holocausto como tema casi monográfico de su filmografía, el camboyano Rithy Panh la dedica al despiadado régimen de los Jemeres Rojos y la dictadura de Pol Pot en los años 70. Lo hizo de manera magistral, sobre todo en ‘S21’ y en ‘Duch’, de 2002 y 2010 respectivamente, y vuelve a hacerlo ahora en ‘L’Image manquante’. Con una doble variación: emplea en este caso la narración autobiográfica y reproduce las situaciones, además de con documentos de la época, con un espléndido “retablo” de figuritas esculpidas en madera por Sarith Mang. Lo que para Panh –que entonces era un adolescente cuyo padre había sido asesinado por el régimen– significó aquel terrible periodo, conforma su lúcido y sensible relato de hasta qué punto puede llegar un régimen despótico en su intento de modelar a su gusto a todo un pueblo.

Ya decía al comienzo que, ante estos dos potentes documentales, habían palidecido las películas de ficción programadas en la Sección Oficial. La verdad es que no eran grandes rivales, porque tanto la japonesa ‘Shield of Straw’, de Takashi Miike, como la franco-norteamericana, fuera de concurso, ‘Blood Ties’, de Guillaume Canet, no van más allá de lo convencional y archiconocido. La primera, parte de una idea prometedora: cómo una supermillonaria recompensa por matar a un criminal, ofrecida por el abuelo de una niña asesinada, puede convertirle en objetivo a abatir por parte de todos, agentes incluidos. Pero lo que viene después, incluyendo el destrozo masivo de coches de policía por parte de un camión cargado de nitroglicerina, no escapa del consabido cine de acción a la “manera americana”. Del que tampoco escapa la más psicológica ‘Blood Ties’, film ya visto muchas veces, por ejemplo el francés ‘Les liens du sang’, del que supone un innecesario “remake” rodado en Nueva York.

¡Ah! ‘Shoah’ y ‘S21’ estuvieron en su momento en “Tiempo de Historia”. Esperamos que suceda otro tanto con ‘Le dernier des injustes’ y ‘L’Image manquante’.

Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 21 de mayo de 2013


Los Coen dominan la competición de Cannes



Es, hasta ahora, la película que más amplio acuerdo ha logrado en la competición de Cannes: ‘Inside Llewyn Davis’, de los hermanos Coen. Una producción pequeña, que refleja el ambiente musical del Greenwich Village neoyorquino a comienzos de la década de los sesenta, antes de Bob Dylan. Y lo hace a través del itinerario en el fracaso del músico cuyo nombre figura en el título, epígono de un auténtico Dave Van Ronk que nunca llegó a la fama, como relatase en su libro autobiográfico “The Mayor of MacDougal Street”, en el que los Coen se han basado. No es la primera vez que muestran el camino de un perdedor y, en este caso, lo han hecho con sencillez, sentido del humor y un auténtico “feeling” con el personaje central. Muy bien interpretado por el excelente actor y cantante guatemalteco Óscar Isaac, en su primer papel protagonista pero a quien ya conocimos como Orestes en ‘Ágora’, de Alejandro Amenábar. A quien da réplica en varias de la mejores secuencias Carey Mulligan, mucho más convincente que en ‘El gran Gatsby’.

Los Coen ya tienen una larga trayectoria en Cannes, con la Palma de Oro para ‘Barton Fink’ en 1991 y dos Premios a la Mejor Dirección, años después, con ‘Fargo y ‘El hombre que nunca estuvo allí’, además del gran éxito logrado por ‘No es país para viejos’. Probablemente, tras la buena recepción que ha cosechado ‘Inside Llewyn Davis’, y con Steven Spielberg a la cabeza del Jurado Internacional, tampoco este año se irán de vacío. Juega a su favor la sencillez y claridad de la propuesta, incluso ese carácter de “película pequeña” que antes citábamos, en el que es su trabajo más personal y auténtico desde aquel ‘No es país…” con un inolvidable Javier Bardem tan malo malísimo.

Radicalmente distintas son las intenciones de ‘Borgman’, de Alex van Warmerdam, en una de las escasísimas ocasiones en que el cine holandés ha figurado en la Competición Oficial. Octavo largometraje de su director, cuya obra más conocida hasta ahora era la de su debut, ‘Abel’, en 1986, sorprende encontrarlo aquí en lugar de un festival especializado como Sitges. Quizá ha sido su –demasiado evidente – reflexión sobre el mal y su carácter de parábola sobre la sociedad de nuestros días, lo que ha determinado su presencia en el primer nivel de Cannes. El acoso y destrucción de una acomodada familia burguesa a cargo de un grupo de vampiros demoníacos o demonios vampíricos, que no tienen apariencia de tales, conforma un relato que se sigue con interés y curiosidad, aunque sea a costa de perdonarle diversos cabos sueltos y una cierta arbitrariedad en su desarrollo.

Cannes suele reservar sus “sorpresas” para el primer domingo del certamen: así lo hizo hace dos años con ‘The Artist’ e históricamente con ‘La balada de Narayama’, que detenta el “récord” de que ningún crítico español del momento la viera entonces y todos tuvieran que inventarse su opinión sobre ella cuando obtuvo la Palma de Oro… Me figuro que no va a suceder lo mismo con ‘Borgman’, subsumida en el clima de máxima expectación y notable resultado conseguido por los Coen. O por la polémica que sigue rodeando a ‘Jeune&Jolie’, de François Ozon. Claro, que si la no explicada en la película “vocación hacia la prostitución” que muestra su protagonista, es entendida a estas alturas (así lo ha hecho el comentarista del diario local “Nice-Matin”) como un claro ejemplo de los “misterios de la sexualidad femenina”, apaga y vámonos.

Por otra parte, se habla mucho por Cannes sobre la hoy en peligro “excepción cultural”, que ha hecho posible el cine europeo de los últimos treinta años. La actitud de Bruselas hacia la próxima firma del Tratado de Libre Comercio, muy ambigua respecto a mantener ese imprescindible principio, gracias al que se salvaguarda la diversidad cultural y no queda arrasada por el poder de Hollywood, preocupa sobremanera a realizadores, productores y, en general, a toda la profesión. Manifiestos, tomas de postura y protestas hacia el débil posicionamiento de la Unión Europea se vienen sucediendo estos días en el Festival y se sucederán en los próximos. Como suele terminar sus artículos Miguel Ángel Aguilar, hay que estar atentos.

Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 20 de mayo de 2013

Robo de joyas, disparos, un continuo diluvio..., Cannes no se priva de nada


¿Qué haría usted si le dijeran que su hijo de seis años no es suyo, que hubo una confusión en el hospital donde lo tuvo y que el realmente suyo vive con otra familia? ¿Aceptaría el cambio de niños, apartando al que ha querido y educado como hijo, o se quedaría a su lado aunque sepa que no es suyo? ¿Dominaría el hecho de haberle cuidado tanto tiempo, o la “voz de la sangre” motivaría que prefiriera al otro? ¿Qué debería prevalecer en usted, el amor acumulado o la estricta relación de parentesco? Es este el nudo central del film del gran cineasta japonés Hirokazu Kore-eda que ha presentado la Competición Oficial, la traducción de cuyo título sería ‘De tal padre, tal hijo’ o, si suena mejor, ‘De tal palo, tal astilla’. Una película estupenda, que –además de estas cuestiones– plantea muchas otras sobre la paternidad, la maternidad, la filiación, la educación, los comportamientos respecto a los hijos, pero con una fluidez de estilo y una sabiduría narrativa realmente dignas de elogio.



Probablemente no habrá en el cine actual nadie que maneje mejor la temática infantil, y la correspondiente dirección de los críos, que Kore-eda. Con títulos como ‘Nadie sabe’ (2004) o ‘Kiseki’ (2011), ya demostró su dominio de la materia, acrecentado, según confesión propia, por haber sido padre de una niña hace cinco años, ya bastante maduro, con más de cuarenta y cinco a sus espaldas. Esta sensibilidad especial, además, no se expresa de manera forzada ni grandielocuente; todo lo contrario, con trazos de comedia en diversas ocasiones y siempre con un claro control de su relación con el público. Así sucede en ‘Tal padre, tal hijo’, donde la seriedad de los temas abordados no implica ningún tipo de solemnidad formal, sino de búsqueda de que el espectador se plantee temas semejantes y de carácter personal ante lo que está viendo en la pantalla.

Bastante más solemne es el propósito de ‘Jimmy P. (Psicoterapia de un indio de las llanuras)’, del francés Arnaud Desplechin, reverenciado por un sector de la crítica y habitual en Cannes, que ha ido seleccionando la mayoría de sus nueve largometrajes, como el anterior ‘Un cuento de Navidad’ hace cinco años. Se basa en un famoso libro en ámbitos psiquiátricos que lleva por título el que el film conserva entre paréntesis, escrito por el antropólogo y psicoanalista galo Georges Devereux, tan peculiar en sus comportamientos como profundo conocedor del mundo indo-americano y la etnopsiquiatría. Nos hallamos, en consecuencia, ante una película seria, concienzuda y densa, centrada en los diálogos entre Devereux y Jimmy Picard (notable Benicio del Toro), un indio piesnegros cuya salud mental quedase dañada tras las duras vivencias sufridas en la II Guerra Mundial. Situados casi exclusivamente en un hospital militar durante 1948, los sucesivos encuentros entre ambos personajes van configurando el relato, que quizá resulte más estimulante leyéndolo en papel que viéndolo en imágenes. Film muy respetable, de cualquier manera, sobre el que llega a pesar ese diálogo continuo y algunos aspectos parciales, como las limitaciones de la ambientación, la aparición de la “ex” de Devereux metida con calzador y la pobreza de personajes y actores secundarios.

Pero, más que a hablar de cine y envuelto en una aguacero continuo, a lo más que se ha dedicado Cannes en las últimas horas es a comentar –como probablemente ya conozcan nuestros lectores– el robo de las joyas de Chopard destinadas a su exhibición por las “estrellas” que acceden a la alfombra roja, valoradas en un millón de euros, y los disparos que un individuo efectuó contra el “stand” de Canal+ en la Croisette, sucesos ambos que han incrementado los controles de acceso a salas y mercado. Pueden comprobar que tenemos de todo por aquí; y yo se lo señalo en lugar de detenerme en películas como la muy bíblica ‘Stop the Pounding Heart’ o la un tanto estrafalaria comedia rusa ‘Cuerpos y bienes’, ambas situadas en comunidades aisladas e incluidas como Sesiones Especiales fuera de concurso, y que, la verdad, lo más probable es que ustedes nunca vean.

Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 19 de mayo de 2013




Cannes ya tiene su "película escándalo"


Casi todos los años, Cannes presenta una película llamada a causar el escándalo de los biempensantes. En esta edición, y aunque el programa acaba de empezar, ese papel parece corresponderle a ‘L’Inconnu du lac’ (‘El desconocido del lago’), ofrecida en la sección paralela Un Certain Regard. Las muy explícitas escenas de sexo de carácter homosexual en este film francés pueden levantar una fuerte polémica, aunque quizá todo se sumerja en la vorágine del Festival. Su director, Alain Guiraudie, que ya había reflejado diversas relaciones gays en sus obras anteriores, ha querido posiblemente curarse en salud: “En un mundo donde casi todos los niños de diez años han visto, por casualidad o voluntariamente, imágenes pornográficas en internet antes incluso de haber comenzado a vivir una sexualidad activa, me parece urgente redescubrir el sexo inscrito en relaciones de diálogo, de seducción, de amor”, ha declarado antes de proyectarse ‘L’inconnu du lac’. En la que, por otra parte, de los apacibles paisajes veraniegos y tiernos crepúsculos se pasa a una media hora final de abierta tensión y misterio.

No en Cannes, pero si en China, puede armar escándalo –si no es prohibida– ‘A Touch of Sin’, de Jia Zhang-Ke, por su visión tan fuerte y descarnada del momento en que vive el país: corrupción, violencia, explotación, enormes desigualdades sociales y económicas… A través de cuatro historias distintas, situada cada una de ellas en una provincia diferente, este cineasta (uno de los de mayor prestigio de su país, habitual en Cannes y que con ‘Still Life’ lograse en Venecia el León de Oro de 2006) ofrece un retrato verdaderamente revulsivo de la China actual. Todas esas historias citadas acaban, de una u otra forma, en explosiones de violencia, e incluyen algunas secuencias tan percutientes como la de las “modelos” de una sauna, ligeras de ropa, desfilando con uniforme militar ante un grupo de nuevos ricos y jerarcas políticos… Pese a sus claras desigualdades en una narración de dos horas y cuarto que en ocasiones se torna confusa y excesiva, ‘A Touch of Sin’ es probablemente la película de mayor interés vista hasta ahora en la Sección Oficial.

También la duración, superior a las dos horas, juega en contra de ‘Le passé’, uno de los films más esperados del Festival, especialmente por venir dirigido por el iraní Asghar Farhadi, cuya valía quedaba acreditada por ‘A propósito de Elly’ y, sobre todo, ‘Nader y Simin. Una separación’, que obtuvo hace dos años el Oso de Oro de Berlín, siendo posteriormente galardonado con el Oscar a la mejor película de habla no inglesa y gozar de una buena repercusión en las salas españolas. También en este caso se habla de una separación, o más bien de un divorcio: el de Marie, interpretado por una Bérénice Bejo radicalmente distinta a de su papel en ‘The Artist’, y Samir, quien llega desde Teherán a París, tras cuatro años de romper la vida en común, para firmar los papeles de ese divorcio. Pero todo acaba centrándose en la muy conflictiva relación de ella con su hija Lucie, ya adolescente y fruto de un anterior matrimonio. El intento de suicidio de la mujer de la actual pareja de Marie va a encerrar un cierto misterio íntimo, sujeto a los intereses afectivos de los distintos personajes, que Farhadi desarrolla desde una perspectiva casi de “thriller” policiaco. Trama bastante complicada desde el punto de vista psicológico, ‘Le passé’ se mueve mediante artificiosos giros de guion más que por necesidades del relato, envuelta en incesantes diálogos y en un clima moral que llega ser opresivo, pero no suficientemente revelador.

Mucho más directa y sencilla es ‘Fruitvale Station’, del jovencísimo realizador negro Ryan Coogler, que ya triunfase en el último Festival de Sundance (igual que Un Certain Regard mostrase el pasado año ‘Bestias del Sur salvaje’), al recoger la historia real de Oscar Grant, víctima de la represión policiaca que tuvo lugar en la estación de Metro de Oakland que da título al film, en el Año Nuevo de 2009. Recoge esta “opera prima” las veinticuatro horas previas de su protagonista y, si bien a este reflejo cabe achacarle exceso de edulcoramiento en cuanto a la vida familiar, muestra eficacia y capacidad para conmover en su denuncia del trágico hecho.

Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 18 de mayo de 2013




Las adolescentes, protagonistas del primer día de competición


En Cannes puede pasar de todo. Que lo que parece una manifestación, no sea más que el reclamo publicitario de una productora. Que un buen señor lleve a un par de cerditos de paseo, mientras gruñen como condenados. Que bastantes personas miren a la gran pantalla situada en la playa, pero sobre la que solo aparece una prueba técnica de rayas, puntos y “test” sonoros… Lo que nunca sucederá es que, por más que diluvie sobre quienes hacemos cola durante una hora para poder encontrar sitio en las salas, sus puertas se abran ni un minuto antes de lo estrictamente reglamentado.

Evidentemente, los programadores de un certamen no se ponen de acuerdo a la hora de decidir la temática o el grupo social de las películas que componen cada jornada. Pero la indudable coincidencia ha motivado que, en el primer día de la competición oficial y en la inauguración de la sección paralela Un Certain Regard, las adolescentes –en un sentido amplio del término– hayan sido protagonistas. Ya sea la chica de 17 años que se prostituye de manera voluntaria en ‘Jeune&Jolie’, de François Ozon (quien ha utilizado ese título de ‘Joven y Bonita’ que suena tan cursi, pero que responde al de las ofertas eróticas en internet); el grupo de amigas, fascinadas por las marcas y el lujo, que se dedica a robar casas de famosos en ‘The Bling Ring’ (nombre con que las “bautizaron” en la realidad los medios de comunicación), de Sofia Coppola; o la todavía niña de 12 años que, pese a su edad, piensa ya en casarse y queda embarazada tras una violación, dentro de la descripción de la violencia que destroza a una familia narrada por la mexicana ‘Heli’, de Amat Escalante.

Tres películas, por supuesto, muy diferentes entre sí, pero que indican el interés de los/las cineastas hacia esta etapa de la vida, tratando quizá también de atraer a un público potencial con historias cercanas a él. Poco tiene que ver la clase media burguesa del film francés con las “pijas” de Los Ángeles y la muy humilde que sobrevive en Guanajuato. E incluso todavía menos los estilos, narrativa o estética de sus directores. Pero sí me parece que detectan esa creciente atracción, extensible a otros muchos títulos de los últimos años, por ese periodo tan difícil, indefinido y problemático como es la adolescencia.

Con su deseo habitual de cuestionar al espectador en sus convicciones, François Ozon nos sitúa ante una estudiante que es casi prostituta “vocacional”, cuya motivación no viene dada por el dinero que logra con sus servicios de 300 o 500 euros, aunque lo guarde cuidadosamente pero sin un fin concreto, ni tampoco por cualquier tipo de rebeldía social: de hecho, su único mínimo afecto es hacia un cliente que podría ser su abuelo. Es esa gratuidad en el comportamiento, y también un cierto regusto por el escándalo moral, el nivel dominante en ‘Jeune&Jolie”, notablemente alejada de la valía con que Ozon lograse, gracias a ‘Dans la maison’, la Concha de Oro en el último San Sebastián.

Por su parte, Sofia Coppola vuelve a demostrar su acreditada superficialidad en ‘The Bling Ring’, de la que solo escapó parcialmente en su famosa ‘Lost in Translation’. Basada en un reportaje de “Vanity Fair” sobre el hecho real mencionado, su película no va más allá de la crónica puntual, donde la ropa y los objetos de lujo, la cocaína, el crack y la música de consumo (curiosamente, apenas el sexo) conforman el horizonte de este grupo de chicas. Su directora manifiesta haber buscado trazar un “cuento moral” sobre el consumismo y la fascinación por la riqueza, pero para eso hace falta bastante más que la complacencia de sus imágenes.


Sin duda, más duras son las de ‘Heli’, con algunas tan terribles como la tortura a dos jóvenes que incluye quemar los genitales de uno de ellos, al que se ahorca arrojándolo por un puente. Así empieza el film de Escalante, desde donde se desarrolla un amplio “flashback” que traza sin contemplaciones la violencia que domina diversas zonas de México.

Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 17 de mayo de 2013

Cannes se inicia con una fallida adaptación de "El gran Gatsby"


Paul Newman y Joanne Woodward se besan apasionadamente en el cartel del 66 Festival de Cannes, imagen repetida y aumentada en las entradas al Palacio del certamen y en centenares de puntos de la ciudad. Una de las parejas más famosas de la historia del cine preside, de esta manera, una edición que parece inspirada por ella: claro predominio de la producción norteamericana (aunque todavía es más nutrida, como no podía ser menos, la francesa), presencia masiva de “estrellas”, inauguración a todo “glamour” con la nueva versión de ‘El gran Gatsby’, y hasta un Jurado de la Sección Oficial presidido por el icono Steven Spielberg, que deberá otorgar su palmarés entre un conjunto de veinte películas.

Nada que no forme parte del estilo típico de Cannes, pero corregido y aumentado este año. No resulta extraño que, en medio de un tiempo desapacible con viento y lluvia, sean más nutridas que nunca las escaleras y sillas que se sitúan frente a la famosa alfombra roja para ver siquiera un instante a los superfamosos, empezando por Leonardo DiCaprio, sin que importe hacer horas y horas de espera con tal de conseguirlo. Ya en el primer día está casi todo repleto, hoteles y restaurantes especialmente, con los precios por las nubes como de costumbre y unos cuatro mil quinientos periodistas acreditados, que se unen a las más de veinte mil personas que vienen al Mercado del Film. Una locura, por la que se diría que el cine está viviendo tiempos esplendorosos aunque, si uno se fija en detalles concretos, percibe un cierto olor a crisis.

Como indicaba, le ha correspondido abrir boca a ‘El gran Gatsby’, en la quinta vez que se lleva a imágenes la famosa novela de Scott Fitzgerald: una de ellas, que no se conserva, de la etapa del cine mudo; otra, con Alan Ladd como protagonista; la de 1974, que reunía a Robert Redford, Mia Farrow y Sam Waterston en lo que se conoció como inicio de la moda del “revival”, y una posterior, ya para la pequeña pantalla. La actual, con el citado DiCaprio, Carey Mulligan y Tobey Maguire, posee las características de una gran producción a todos los niveles, rodada en Australia, pero el resultado es muy decepcionante. No parecía el también australiano Baz Luhrmann, cuya fama se ha cimentado en una atrabiliaria –por decirlo amablemente- versión de “Romeo y Julieta” y en un desaforado ‘Moulin Rouge’, el director más apropiado para entender la sutileza y la capacidad de sugerencia de Fitzgerald. Los hechos han venido a dar la razón a esos temores. No se trata de una mayor o menor fidelidad al libro original (la guarda en apariencia, salvo la invención de un psiquiatra a quien Nick Carraway, personaje que se convierte en claro protagonista del film y que, ya maduro, le cuenta la historia de su amigo Gatsby), sino de atrapar de verdad lo que encerraban las palabras del gran autor norteamericano.

En lugar de conmovernos con la imposible pasión de Jay Gatsby hacia Daisy Buchanan, a Luhrmann lo que le interesa es deslumbrar por sus proezas técnicas -¡incluso hay una unidad de filmación desde satélite!-, su despliegue escenográfico y su mezcla de músicas, desde Gershwin hasta el hip-hop pasando por el jazz, además de tratar a DiCaprio como una “estrella” al viejo estilo. Poco hay de emoción ni de sutileza o de profundización en el “sueño americano”, que tanto se perciben leyendo a Fitzgerald, en esta versión de “El gran Gatsby”, empeñado Luhrmann en un despliegue de efectistas apariencias, entre las que cabe incluir la innecesaria utilización del 3D. Recibida con frialdad glacial en el pase de Prensa, ha significado un inicio de Festival probablemente lógico, por su nivel de producción y atractivo “mediático”, pero de escasa valía desde una cierta exigencia cinematográfica y literaria.

Un Festival, por cierto, carente más que nunca de cine español: solo el documental ‘Con la pata quebrada’, de Diego Galán, en la sección Cannes Classics; tres coproducciones con participación minoritaria de nuestro país, y la presencia de Isabel Coixet y Enrique González Macho en los Jurados de la Cámara de Oro y de Un Certain Regard. Un bagaje evidentemente más que escaso.

Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 16 de mayo de 2013




Cannes'13: Barras y estrellas


Algunas noticias de última hora han venido a mejorar un poco la presencia española en el ya inminente Festival de Cannes: la selección de Con la pata quebrada, documental de mi compañero de página Diego Galán sobre la visión de la mujer que nuestro cine ha ofrecido desde el sonoro hasta la actualidad, en la sección Cannes Classics; así como la inclusión de Enrique González Macho en el Jurado de la también muestra paralela Un Certain Regard, donde finalmente figura Wakolda, de Lucía Puenzo, coproducción de Wanda Visión en un 20%, con Àlex Brendemühl como protagonista. Que viene así a unirse a la ya anunciada La vie d’Adèle, de Abdellatif Kechiche, otra coproducción –solo financiera en este caso, un 10%, a cargo de Vértigo Films–, en la Sección Oficial. Escasísimo bagaje, en cualquier caso, aunque matiza algo el primer balance de que no iba a haber absolutamente nada español en el primer Festival del mundo. Lo que llevaba al límite una situación que viene siendo habitual, salvo en el caso de Almodóvar y algún año extraordinario, como 2009, donde coincidieron en la Sección Oficial su Los abrazos rotos, Ágora, de Alejandro Amenábar y Mapa de los sonidos de Tokio, de Isabel Coixet. Pero aquellos eran otros tiempos para nuestro cine.

Por el contrario, Cannes’13 (menos atractivo sobre el papel que ediciones precedentes) viene marcado por nombres norteamericanos, con las últimas realizaciones de los hermanos Coen, James Gray, Jim Jarmusch, Alexander Payne, Steven Soderbergh, J.C. Chandor, James Toback, Sofia Coppola o James Franco, además de inaugurar con el “remake” de El gran Gatsby, dirigido por el australiano Baz Luhrmann; y, como señal de coherencia, un Jurado Internacional de la Sección Oficial presidido por Steven Spielberg. Todo un desembarco del cine “made in USA”, quizá no a través del omnipotente Hollywood, sino de independientes más o menos integrados. También Francia, como no podía ser menos, se lleva un buen trozo del pastel, junto a dos relevantes cineastas japoneses, Hirokazu Kore-Eda y Takashi Miike, y otros nombres “propios” de Cannes como el polaco Roman Polanski, por partida doble, el italiano Paolo Sorrentino, el danés Nicolas Winding Refn o el británico Stephen Frears. Ni en esta cuestión de nacionalidades tenemos suerte: en la Sección Oficial figura el catalán Amat Escalante con Heli y en Un Certain Regard el burgalés Diego Quemada-Díez con La jaula de oro, pero ambos han desarrollado su actividad profesional en México. Debe de ser lo que la excelsa ministra Báñez llama “movilidad exterior”, con la que la no menos excelsa Esperanza Aguirre se congratula por las divisas que nos aporta…

Pero si Cannes, máximo escaparate del cine mundial, también “se rinde” al cine norteamericano, ofreciendo una imagen suya tan favorecedora, una de dos: o es que se ha dejado fascinar este año por él; o es que está marcando el camino que irremediablemente se va a recorrer en el futuro. Elijan la que más les guste.

Publicado en "Turia" de Valencia, mayo de 2013.