Queridos amigos y amigas:
¿Saben que, según recientes estudios sociológicos, cada niño
y adolescente de nuestro país pasa entre tres y cuatro horas diarias ante una
pantalla? Ya sea la del ordenador, el televisor, la “tablet” o el móvil, se
sitúan sin cesar ante unas imágenes con las que se sienten familiarizados desde
muy pequeños. Lo vemos todos los días, lo percibimos con nuestros hijos, a
quienes tantas veces sentimos más pendientes de las pantallas o de las redes sociales
que de lo que viven en el núcleo familiar. Resulta muy difícil
“desengancharles” de cuanto les llega a sus ojos, ya sea por “WhatsApp”,
“chats”, “Facebook” o cualquier otra forma de comunicación virtual.
No es su culpa, ni tampoco –totalmente– la nuestra. Responde
a una tendencia de la sociedad a mantenerse continuamente intercomunicados y,
cuando no, contemplando imágenes en una u otra pantalla. A veces, sobre todo
los fines de semana, en las grandes, las de las salas de cine donde acuden a
ver las películas que más reclaman su atención, las mejor promocionadas, casi
siempre espectaculares producciones de Hollywood repletas de héroes
invencibles, efectos digitales y, habitualmente, una violencia desaforada.
Pero, en el día a día, lo que dominan son las otras pantallas que se
multiplican a su alrededor y de las que resulta muy difícil escaparse.
Pero esas imágenes, igual que las de la publicidad, los
“clips” o los videojuegos, se basan en un lenguaje heredado del cine, de su
evolución y cambios desde que naciera en 1895. Sus casi 125 años de existencia han
generado una manera de contar las historias y, en definitiva, de ver el mundo
que se ha expandido hacia los otros medios. Por ello, ¿no creen, queridos madres
y padres, que ha llegado el momento de que sus hijos conozcan bien a fondo ese
lenguaje, su Historia y estética, las diversas maneras de utilizarlo, ya sea
como una forma de expresión o, en el peor de los casos, como un instrumento de
manipulación de sus receptores?
Me voy a atrever a pedirles, entonces, un favor: soliciten a
los centros a los que vayan sus hijos que instauren o desarrollen la educación
audiovisual en sus programas didácticos (dentro o fuera de las aulas), motiven
a sus Asociaciones para que insistan en este sentido, presionen a los poderes
públicos para que –de una vez por todas– se implante en España una enseñanza de
las imágenes, al igual que se hace, por ejemplo, con la de la palabra y que se
practica en buena parte de los países europeos.
Solo consecuencias positivas tendrá esa enseñanza: un ya imprescindible
conocimiento del lenguaje audiovisual; un mayor disfrute de cuanto procura una
buena película o una buena serie; un instrumento de defensa ante lo que otros
traten de imponernos mediante la manipulación y los falsos valores, y, en
definitiva, un mayor espíritu crítico que contribuya al desarrollo y
enriquecimiento personales.
No es tan difícil, ya lo verán. Es cuestión de ponerse a ello
y de que exista un verdadero respaldo social para que se lleve a cabo. Así se
va a conseguir.
Cordialmente,
Fernando Lara, Coordinador del Proyecto “Cine y
Educación” de la Academia del Cine Español
(Publicado en "Making Of", Cuadernos de Cine y Educación, nº 134-135).
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