Daba gusto que, por una vez, la inauguración de Cannes fuera,
con ‘Todos lo saben’, hablada en español. Y que una pareja de intérpretes de
nuestro país, Penélope Cruz y Javier Bardem, hayan sido las estrellas más
solicitadas en la alfombra roja. Eso sí, muy cerca de la atención que
despertaron Cate Blanchett, como presidenta del Jurado Internacional, y Martin
Scorsese, venido para recibir la Carrosse d’Or de la Quincena de Realizadores;
ambos, al unísono, declararon abierta la 71 edición del Festival.
Dice Bardem que ‘Todos lo saben’ es “una película más
española que muchas de las películas españolas que he hecho”. Tiene razón,
porque esta coproducción mayoritaria de nuestro país (Morena Films) así lo
denota en casi todo, salvo en el aspecto fundamental de que su guionista y
director, Asghar Farhadi, es iraní... Lo que impregna claramente la película de
esa personalidad propia que viniera demostrando a través de ‘A propósito de Ely’,
‘Nader y Samin, una separación’, ‘El pasado’ o ‘El viajante’. Impronta que cabe
resumir en su forma de revelar los entresijos de un grupo humano tomando como
partida un hecho dramático. El que utiliza en este caso no se lo descubriré a
ustedes, pero da origen a un duro retablo familiar que, si bien resulta
coherente con las preocupaciones éticas y morales de su autor, no alcanza el
nivel de otros títulos suyos. Sobre todo, por un nudo narrativo excesivamente
previsible y algunos personajes desdibujados, lo que no impide la solidez de
‘Todos lo saben’ como una obra estimable.
Javier Bardem y Penélope Cruz, minutos antes de la presentación de "Todos lo saben"
Nacía así una edición del Festival sobre el que, cuando
apenas se ha iniciado, ya pueden mencionarse varias notas de relieve. En primer
término, la abundancia de cineastas que participan por primera vez en la
Competición Oficial, 10, casi la mitad de los 21 que aspiran a la Palma de Oro,
y que tendrán que verse las caras con nombres tan conocidos como Godard, Nuri
Bilge Ceylan, Matteo Garrone, Spike Lee, Hirokazu Kore-Eda o el propio Farhadi
(el “perdonado” Lars von Trier, con su ‘La casa que Jack construyó’, va fuera
de concurso, igual que el Wim Wenders de ‘El Papa Francisco’). Ello indica la
apuesta de Cannes por “una nueva generación de cineastas”, rompiendo así su
casi exclusiva predilección por los autores consagrados.
En segundo lugar, la “revolución” que ha supuesto el tiempo y
manera en que la Prensa ve las películas de la Sección Oficial. Lo establecido,
aquí y en todos los Festivales, es que los periodistas las conozcan antes que
nadie para poder escribir con tiempo sus crónicas. Pues bien, intentando
contrarrestar la oleada de “whatsApps”, “twits” y páginas digitales que podrían
“quemar” un determinado film con antelación a su “première” oficial, el
certamen ha decidido que la Prensa lo vea simultáneamente a ella o a la mañana
siguiente, lo que ha provocado el enfado de los medios internacionales ya que,
para su edición en papel, supone un retraso en su publicación de dos días
respecto al estreno en el certamen.
En tercer lugar, la incertidumbre que todavía domina sobre
que ‘El hombre que mató a Don Quijote’, de Terry Gilliam, también coproducción
mayoritaria española, vaya a ser la película que clausure el Festival. El
motivo es que un juez tiene que decidir si queda incautada o no, en función de
su criterio respecto a la querella presentada por el productor inicial, Paolo
Branco, por considerar que ha existido “apropiación indebida” de su proyecto. De
lo que no cabe duda es que a ‘El hombre que mató a Don Quijote’ le persigue ese
mal fario que ya impidió su realización veinte años atrás y que se prolonga con
el incidente cerebral recién sufrido por Gilliam.
Otro tema relevante, pero que sigue coleando desde la pasada
edición, es el de la relación de Cannes con Netflix, que se traduce en que este
año no hay aquí películas de la plataforma, con lo que significa dada la
relevancia de los títulos que produce. El Festival se mantiene en su principio
de que lo que no puede exhibirse en salas no puede competir, aunque sí venir a
otras secciones paralelas, lo que –a su vez– a Netflix no le interesa.
En quinto lugar, pero no menos importante sino todo lo
contrario, el fuerte eco que la denuncia de abusos sexuales a raíz del “caso
Weinstein” va a encontrar en esta edición. Diversos actos lo demostrarán, en
especial uno muy en la línea de los fastos cannesinos: la concentración de cien
mujeres cineastas, ya sean directoras, actrices o profesionales de otras ramas,
para los correspondientes agasajos y fotos (que no sean “selfies”, prohibidos
este año por la organización). E incluso se ha activado un número de teléfono
por si se produjeran “contactos indebidos” entre los asistentes al Festival.
(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 10 de mayo de 2018).
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