Desde el secuestro y asesinato de Aldo Moro, que abordó en su magistral serie ‘Exterior noche’ (visible en Filmin), o los atentados mafiosos contra los jueces que les perseguían en ‘Il traditore’, Marco Bellocchio se retrotrae hasta 1858, cuando la Iglesia secuestró a numerosos niños judíos que habían recibido el bautismo por influencia de criados o familiares y ya consideraba hijos de Cristo para adoctrinarlos en la fe católica. El caso más resonante fue el de Edgardo Mortara en Bolonia durante el pontificado de Pío IX, que despertó no ya justas actitudes anticlericales sino la repulsa internacional.
Da gusto cuando en el cine una historia, y más aún la
Historia con mayúsculas, es narrada con la solvencia y precisión que muestra
Bellocchio en este ‘Rapito’ (‘Raptado’), su film más reciente cuando ya ha
cumplido los 83 años. No resulta nada fácil reflejar una etapa tan convulsa de
Italia, donde el poder secular fue progresivamente enfrentándose al
eclesiástico, con un Vaticano que sentía el abismo bajo sus pies si perdía los
privilegios del llamado “Papa Rey”. Gracias al dominio creativo demostrado tras
una carrera que comenzase nada menos que en 1965, pero que en los últimos años
todavía se ha visto acrecentado, Bellocchio sabe cómo hacer llegar un relato a
los espectadores mediante un sólido guion y una puesta en escena potente, cómo
dirigir bien a los actores, cómo hacer convincente una ambientación de época,
cómo montar con eficacia narrativa… En pocas palabras, cómo hacer buen cine de
verdad.
Claridad comunicativa que no se da precisamente, sino todo lo
contrario, en el caso de Wes Anderson, que con ‘Asteroid City’ vuelve a
proponernos un ejercicio autoral vacuo y gratuito, sin apenas gracia. Le llegó
a funcionar en algunas ocasiones, sobre todo en ‘El Gran Hotel Budapest’, de
hace casi diez años, pero desde entonces su fórmula va a peor. Reconozco que
por la elección de personajes bastante bobos, el tono de su foto e incluso la
presencia de numerosos intérpretes famosos que corren a rodar a su lado, viendo
una sola imagen de sus películas sabemos que es de Anderson. Pero tal “mérito” no
compensa esta banal propuesta de ‘Asteroid City’, situada en 1955 como podría
ser en cualquier otro momento y cuyos exteriores se rodaron en los aledaños de
Chinchón y Colmenar de Oreja, absolutamente irreconocibles. Sé que el cineasta
norteamericano tiene seguidores muy fieles y devotos; puede deducirse de las
líneas anteriores que no me he contado ni me cuento entre ellos.
Pero si difícil es saber lo que Anderson ha querido decir,
tal dificultad llega al máximo con el Takeshi Kitano de ‘Kubi’. Había apuestas
a la salida de su proyección para ver quién la ganaba contando a los demás lo
que acababan de ver… Ni siquiera releyendo despacio el “press-book” que
acompaña al film y que hace hincapié en lo famoso e importante que fue el
“Honno-Ji Incident”, acaecido ayer mismo, el 21 de junio de 1582, podíamos ir
más allá de haber contemplado continuos enfrentamientos entre clanes,
facciones, traidores, héroes y mártires que se enfrentan con el afán de lograr
no se sabe bien si el poder tribal o la unificación de Japón. Otros
espectadores se dedicaban a hacer cuentas de los centenares de cabezas cortadas
que registran las imágenes o a imitar los sucesivos pasos de un harakiri que el
film muestra de forma tan pedagógica. Mientras que los más exquisitos
confirmaban su sospecha de que el nivel de homosexualidad entre los aguerridos
samuráis era mucho más que frecuente.
Asegura Kitano que con ‘Kubi’ ha querido hacer un homenaje al
maestro Akira Kurosawa. ¡Qué lejos queda de ello! Y qué lejos de aquel cineasta
que ganase el León de Oro en Venecia por ‘Hana-bi’ en 1997 y a quien el
Festival de Valladolid dedicase al año siguiente la primera retrospectiva
completa (incluyendo sus valiosas pinturas) que se hacía en el mundo sobre su
obra.
(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 24 de mayo de 2023).
No hay comentarios:
Publicar un comentario