Decían los viejos manuales de periodismo que noticia no es
que un perro muerda a un hombre, sino que un hombre muerda a un perro… Por
tanto, que Martin Scorsese haga una buena película o una buena serie o un buen
documental no es noticia, lo lleva haciendo toda su vida, que ya ha llegado a
los 80 años. Nadie puede sorprenderse, en ese sentido, que ‘Killers of the
Flower Moon’ sea una obra de la máxima valía, una lección de cine clásico a lo
largo de sus casi tres horas y media de duración. Se trata más bien de una
serie, que emitirá Apple TV, pero que también tendrá distribución previa en
salas durante mes y medio por parte de Universal para que los cinéfilos puedan
disfrutarla en pantalla grande.
A largo de esa larga carrera que lo ha convertido en mito viviente
entre los cineastas, Scorsese ha indagado incesantemente en la violencia que se
halla en el sustrato de la vida norteamericana desde que existe como nación.
Ahora lo hace refiriéndose a los indios Osages, que de la máxima pobreza
pasaron a la riqueza cuando el petróleo empezó a emerger de sus tierras en los años
20 del pasado siglo. Familias enteras se convirtieron en potentados económicos
que pronto fueron objeto de la codicia de numerosos hombres blancos, que se
casaban por puro interés con mujeres a las que heredaban… después de ser
asesinadas o adquirían de manera fraudulenta sus acciones.
Ante esta realidad, ‘Killers of the Flower Moon’ adopta el
mismo esquema narrativo que su director ha aplicado en numerosas ocasiones al
mundo de la mafia, incluso con un todopoderoso “padrino”, llamado Bill “King”
Hale, al que interpreta perfectamente un Robert De Niro que parecía perdido en
comedias de segunda fila. A su lado, en un trabajo de nada sencilla
caracterización, Leonardo Di Caprio encarna al joven advenedizo que se va
deslizando progresivamente por el precipicio del crimen.
Todo se mueve en el film/serie de Scorsese por los siempre
anhelados ámbitos del “Great American Film”, también buscado incesantemente por
la novela contemporánea. Está en camino de lograrlo, porque cada plano respira
la sabiduría de quien todo conoce y todo domina en el universo de las imágenes.
No es que Scorsese solo haya hecho buenas películas en su trayectoria de casi
sesenta años, pero demuestra encontrarse en plena forma y ser capaz por
ejemplo, cuando el relato está llegando a su fin, de ofrecer una secuencia tan
deliciosa como la del programa de radio en directo donde se revela la
resolución de la investigación emprendida por el FBI sobre esta brutal matanza
de los Osages en Oklahoma.
Parece que los juicios están de moda en el cine, ya sean recreando la realidad (como en ‘Le procès Goldman’ que abrió la Quincena de Cineastas y de la que ya hablamos) o en la pura ficción, caso de ‘Anatomie d’une chute’, cuarto largometraje de la francesa Justine Triet. “Para interesarme por este oficio, necesito de la búsqueda formal, narrativa, plástica. Hacer una película más, contar solo una historia más, no me resulta suficiente”, ha declarado. Ambición que convierte en la incógnita de esa “caída” que menciona el nombre del film: ¿se trata del suicidio del hombre de la pareja, o la muerte ha sido causada por su mujer, de manera casual o voluntaria? Es lo que se dirime en el juicio mencionado, aunque, para mí, el interés real de ‘Anatomie d’une chute’ no radica en saber si la protagonista es o no culpable, sino en la disección de la crisis de una pareja de escritores, donde él no se ha acercado siquiera al nivel de éxito de ella. Lo que implica tensiones múltiples de humillación y envidias ante un niño que descubre en el juicio la mentira cotidiana de sus padres.
Esa potente indagación y, más aún, la gran interpretación de
Sandra Hüller (que igualmente destaca en ‘The Zone of Interest’ y quien sigue
en el recuerdo como protagonista de aquella divertida ‘Toni Erdmann’, de Maren
Ade), harán que el sólido film de Justine Triet entre muy probablemente en el
Palmarés final de este Cannes 2023.
(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 22 de mayo de 2023)
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