Pasar de ‘El Gran Gatsby’ y ‘Grace de Monaco’ a ‘La tête
haute’ como inauguración del Festival de Cannes, supone todo un salto
importante. Aquellas fueron las películas que abrieron el certamen en los dos
años anteriores; esta última, la de la 68 edición, una producción francesa
media de una realizadora, Emmanuelle Bercot, con un tema “social” como el de
los adolescentes problemáticos. Hasta tres conclusiones cabe extraer de tal
elección. Primero, que es un signo de algo que parece marcar esta actual
edición: que Cannes desea evitar el sempiterno reproche de que siempre acude a
los mismos nombres en su Sección Oficial. Después, que denota la apabullante,
excesiva a todas luces, “invasión francesa” de toda la programación. Y,
asimismo, que es un deseo de responder a la repetida acusación de machismo que
sufre el certamen, situando en el punto de salida a una cineasta y, además,
poco conocida fuera de su país.
Al comienzo del guion de ‘La tête haute’ (que se traduciría
como ‘Con la cabeza alta’), Emmanuelle Bercot puso esta frase para que sirviera
de guía de su trabajo: “La educación es
un derecho fundamental. Debe ser asegurada por la familia y si no lo hace, es
la sociedad quien debe asumirla’. Acertadas palabras que la realizadora
aplica a su relato, que supone todo un homenaje a jueces, educadores, monitores
y demás personal que se ocupa de la infancia en diversas instituciones
dedicadas a ella. Y que, en este caso, tendrán que vérselas con un adolescente
muy conflictivo, Malony, cuyos brotes de violencia surgen con gran frecuencia.
En especial es una juez de menores, interpretada por Catherine Deneuve, y un
educador quienes siguen su trayectoria desde que tiene 6 años hasta los 18,
cuando él los acaba reconociendo casi como su madre y su padre.
Hay credibilidad en las imágenes de ‘La tête haute’, hay buen
pulso narrativo y unas interpretaciones adecuadas, entre las que sobresale la
de Sara Forestier como la auténtica y atrabiliaria madre. Pero, en buena
medida, la fuerza de la película se pierde a causa de una parte final muy
blanda, forzada y demasiado fácil, con un “tufillo” un tanto propagandístico
del buen funcionamiento del sistema que empaña bastante el contenido anterior.
El elogioso plano final, con una toma frontal del edificio del Palacio de
Justicia como fondo de un Malony muy transformado, no deja lugar a engaño en
esta inauguración del Festival tan poco frecuente.
"Nuestra hermana pequeña", de Hirokazu Kore-eda
Como inusual es que haya dos títulos en el primer día de la
Sección Oficial, señal de las enormes apreturas del programa para la Prensa y
del hecho de que prácticamente todos los informadores ya estemos aquí. El
segundo film ha sido ‘Nuestra hermana pequeña’, del japonés Hirokazu Kore-eda,
y con él no hay sorpresas; es un auténtico “seguro de vida”, en un doble
sentido: de que su película va a ser buena y de que tendrá ese hálito vital que
siempre le ha caracterizado. Sencillez estilística para hablar de los temas
fundamentales que nos afectan, calidez humana en las relaciones que muestra,
cotidianeidad expresada de forma tan natural como exacta, resumen las
características de su obra. Ahora centrada en tres hermanas que viven juntas y
que “descubren” la existencia de esa otra hermana (nacida de una posterior
relación de su padre) a la que alude el título, y a la que cuesta llamar
“hermanastra” dado el tímido encanto de esta cría de quince años.
Una vez más, igual que en el anterior trabajo de Kore-eda,
‘De tal padre, tal hijo’, o de ‘Milagro’ o ‘Nadie sabe’, el tema de la familia
vuelve a ser protagonista en un hermoso film que se abre y se cierra con un
funeral, donde el mundo de esas cuatro hermanas da acceso a cuestiones básicas
sobre la vida y la muerte, sobre las relaciones entre nosotros mismos y con
nuestros progenitores. Dignísimo heredero del cine de Yasujiro Ozu, quizá
algunos se sientan inermes ante la falta de espectacularidad, ante la sencillez,
de ‘Nuestra hermana pequeña’, basada –como viene siendo tan frecuente– en un
“comic” para adultos. Pero siempre es de agradecer que, tras esa superficie de
falsa banalidad, se escondan las verdades más auténticas y
definitivas. Con Kore-eda, Cannes’15 ha empezado muy bien.
(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 14 de mayo de 2015).
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