"Visita ou Memórias e Confissoes", de Manoel de Oliveira
Salvo en un par de proyecciones de la Cinemateca Portuguesa
tras la muerte de Manoel de Oliveira el pasado mes de abril, nadie había visto
su documental ‘Visita ou Memórias e Confissoes’, que realizase en 1982. La
película, de poco más de una hora, permanecía inédita por expresa voluntad de
su autor, que había determinado que solo se conociera tras su fallecimiento.
Así se ha respetado, esperando treinta y tres de los 107 años a los que llegó
Oliveira, quien no deseaba mostrar en vida la casa en la que había residido
mucho tiempo y que tuvo que vender por problemas económicos, o que se oyera de
su propia voz la historia de sí mismo y de su familia. Un pudor comprensible en
alguien que hizo de él y de la educación normas fundamentales de existencia.
Apoyado en un texto de la gran escritora Agustina Bessa-Luís,
cuyas obras adaptó Oliveira en varias ocasiones, realizado tras ‘Amor de
perdición’ y ‘Francisca’, se ofrece ‘Visita ou Memórias e Confissoes’ como un
trabajo sencillo, de carácter íntimo, que permite conocer mejor la personalidad
del cineasta. No hay en él grandes revelaciones, ni se descubre secreto alguno,
pero sí ayuda a perfilar unas determinadas circunstancias dentro de las que el
autor portugués se movió durante las diferentes etapas de su vida. Así lo recibió
la crítica internacional (con escasísima representación de la española de
diarios), que llenó la Sala Buñuel del Palacio y que entendió la sesión, sobre
todo, como un sentido homenaje a Oliveira.
Para homenajes, el que este 68 edición iba a significar para
el actual cine francés en su conjunto, según opinión del director del certamen,
Thierry Frémaux. Por ello, ha situado nada menos que diez películas galas en la
Selección Oficial, cinco de ellas en competición y otras tantas entre fuera de
concurso y sesiones especiales, incluyendo el film inaugural (‘La tête haute’),
junto a dos en Un Certain Regard. Sin contar las coproducciones con Francia,
inevitables si se quiere entrar en Cannes, o los productos nacionales incluidos
en la Quincena de Realizadores y la Semana de la Crítica. Una verdadera “orgía”
de cine francés, que nos sale hasta por las orejas y que ha provocado alguna
protesta pública tras las proyecciones. Sin que la realidad haya confirmado tan
chovinista propuesta.
No ha mejorado este panorama (del que solo cabe excluir
claramente a ‘La loi du marché’) el film del ya veterano Guillaume Nicloux
‘Valley of Love’, que ha mostrado la Sección Oficial. Un simple vehículo de
lucimiento para la inevitable Isabelle Huppert y un Gérard Depardieu cuyo
desmesurado físico ya solo le habilita para ser el Obélix de la saga de Asterix…
Localizada en el Valle de la Muerte californiano, donde Antonioni rodase
‘Zabriskie Point’, traza una historia que busca ser “fantástica” en el
reencuentro de una pareja separada a la que cita allí su hijo mediante las
cartas que les escribió antes de su suicidio, seis meses atrás. Los muy fatigosos
desplazamientos –sobre todo para Depardieu– del ex matrimonio nunca provocan en
el espectador la sensación de ese “viaje
iniciático” que Nicloux dice haber pretendido.
"Chronic", de Michel Franco
Bastante más interesante es la propuesta del mexicano Michel
Franco en ‘Chronic’, la rival de ‘Valley of Love’ en la Competición de ayer,
donde un notable Tim Roth interpreta a un solícito cuidador de enfermos casi
siempre terminales. No es la película ideal para ver a los ocho de la mañana,
pueden comprenderlo, pero sí destaca por su tono contenido, el cariño hacia sus
personajes y el sobrio estilo de quien ganase aquí hace tres años el primer
premio de Un Certain Regard por ‘Después de Lucía’. Lástima que el film se
cierre con una conclusión más que innecesaria.
Y hablando de premios, llegan los primeros. Corresponden a la
Semana de la Crítica y los han encabezado dos títulos latinoamericanos: el
argentino ‘Paulina’ (aunque el título original es ‘La patota’, modismo que se
refiere a la pandilla de jóvenes que ataca a la maestra
de un pueblo), de Santiago Mitre, que se diera a conocer con su excelente
“opera prima”, ‘El estudiante’; y el colombiano ‘La tierra y la sombra’, de
César Augusto Acevedo, sensible relato sobre los estragos creados a la
población por la incesante lluvia de cenizas de unas plantaciones de azúcar.
(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 23 de mayo de 2015).
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