El cine, ¿ya no es un arte universal?


A lo largo de sus 120 años de historia, el cine se ha ido convirtiendo en un arte universal, capaz de expresar las más diversas temáticas y circunstancias. Desde los tiempos de Griffith, fue creando un lenguaje inteligible para todos, que atraía tanto al público más preparado culturalmente como al incluso analfabeto. De hecho, esa constante de universalidad logró que, muy pronto, se convirtiera en el espectáculo popular por excelencia, ya que todos llegaban a entender lo que se proyectaba en la pantalla. Aunque está dejando de ser así, porque –desde cinematografías como las orientales o africanas– se utilizan claves o referencias tan particulares que en Occidente, siempre deudores de una visión etnocentrista, se nos escapan inevitablemente.

"La asesina", de Hou Hsiao-Hsien

El tema merece una reflexión que excede en mucho a esta simple crónica, pero creo necesario mencionarlo para abordar una película de las características de ‘La asesina’, de un “clásico” indiscutible del cine taiwanés, Hou Hsiao-Hsien, con títulos que alcanzaron resonancia internacional como ‘Un tiempo para vivir, un tiempo para morir’, ‘La ciudad del dolor’ o ‘El maestro de marionetas’. Entonces, años 80 y 90, sus películas, aunque no precisamente fáciles, eran accesibles. El problema de ‘La asesina’ es que ya no lo es: situada en China entre el siglo VII y el X, durante el periodo de la dinastía Tang, tendríamos que saber tantas cosas sobre estos emperadores, sobre cuanto significó su dominio y su decadencia, que nos quedamos “fuera” de lo que se nos narra.

Hay, sí, en ‘La asesina’ una estética de un refinamiento exquisito, una bella puesta en escena, basada en pausados “travellings” laterales y en el dominio de los colores rojo y negro, un constante atractivo visual. Preciosa película, pero muy difícil de desentrañar, quizá porque carecemos de los instrumentos para hacerlo, quizá porque lo que sugiere necesita de la contemplación más que de un proceso racional de conocimiento y comprensión. Será por eso por lo que Hou Hsiao-Hsien propone verla como si estuviéramos “sentados al borde un torrente, acechando todo lo que pasa, ya sean remolinos o momentos de calma, llevados por los meandros de la propia imaginación”.

Mucho más cercano resulta ‘Dheepan’, de Jacques Audiard, el otro film presentado a concurso en la lluviosa jornada del jueves. Pese a referirse a tres personajes originarios de Sri Lanka, que forman una falsa familia para huir del país por motivos políticos o económicos, la acción se centra en su exilio de París, donde se ven enfrentados a una tensión vecinal, que finalmente explota, con mafiosos dedicados a la venta de droga y que ocupan todo un edificio. El interés de Audiard por la violencia en ambientes cerrados y hostiles, que demostrase especialmente en ‘Un profeta’, vuelve a ponerse de manifiesto, con un adecuado desarrollo que solo contradice su absurdo epílogo, presuntamente esperanzador.

"Love", de Gaspar Noé

Cannes no sería Cannes si no tuviera una “película escándalo” que llevarse a la boca. El papel le ha correspondido en esta ocasión a ‘Love’, del argentino radicado en Francia Gaspar Noé, quien ya en 2002 armase la marimorena con ‘Irreversible’ y su infame secuencia de violación. Trece años después, aporta un film “semiporno” en 3D, con algún primer plano de fluido lanzado a la cara del espectador que pueden imaginar. Si el género se suele caracterizar por su banalidad entre secuencia y secuencia sexual, Noé no ha querido ser menos durante los inacabables 134 minutos que dura su empeño, intercalando diálogos y disquisiciones elementales sobre el amor como si se tratasen del no va más de la profundidad. La enorme expectación que había despertado ‘Love’, signo de lo reprimidos que todavía estamos, se ha quedado en una simple pérdida de tiempo.

A lo mejor, de esta manera, el buscado escándalo se superpone a la pesadilla que le ha supuesto al Festival la obligatoriedad de tacones altos para las mujeres que querían entrar en las galas del Palacio, a la que nos referimos en la crónica de anteayer. Dada la repercusión que la polémica ha alcanzado, la organización del certamen ha tenido que pedir excusas públicamente, atribuyendo el hecho al “exceso de celo” de algunos porteros y vigilantes. Como si no tuvieran un protocolo que cumplir…

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 22 de mayo de 2015).

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