El cine francés, omnipresente en la programación de Cannes



Resulta hasta cierto punto lógico que Cannes privilegie al cine francés. También lo hace San Sebastián con el español, Venecia con el italiano o Berlín con el alemán. Pero hay formas y hay formas, y desde luego la de este Festival no es la más discreta ni siquiera elegante. Porque no son solo las cinco películas que compiten en la Sección Oficial (las mismas que de cine norteamericano), ni que prácticamente todas las que acceden a ella han de ser coproducciones con Francia, sino que cada sección, cada apartado del certamen se halla repleto de títulos nacionales, en un ejercicio de chovinismo que llega a estragar.

 "Portrait de la jeune fille en feu", de Céline Sciamma

Y no es que no haya films muy apreciables, como ‘Portrait de la jeune fille en feu’, que Céline Sciamma ha presentado a concurso después de que otros anteriores suyos como ‘Tomboy’ fuese premiado en Berlín o ‘Bande de filles’ abriera la Quincena de Realizadores en 2014. Sciamma es también una acreditada líder feminista dentro del sector audiovisual, concretamente del colectivo ‘50/50 para 2020’, una especie de CIMA galo que busca la paridad de género en el sector. De ahí que no extrañe que este ‘Retrato de una joven en llamas’ posea una nítida mirada femenina en la manera en que aborda la relación entre dos mujeres.

Una de ellas es pintora; la otra, el objeto de su retrato de matrimonio, un enlace no deseado después de haber pasado tiempo en un convento. Es que estamos en 1770, dentro de una sociedad ante la que ambas mujeres se muestran resistentes mediante un amor apasionado. Demasiado académico en ocasiones, pero siempre sereno y preciso hasta en el menor detalle, este ‘Retrato…’ muestra a una realizadora madura y con dominio de la narración, que casi cierra (queda la también francesa Justine Triet con ‘Sibyl’) la cuádruple y escasa participación de cineastas mujeres en la Competición.

Todavía mucho más atrás en el tiempo, hasta 1429 y la Guerra de los Cien años, se ha ido Bruno Dumont con ‘Jeanne’, que trata –es fácil adivinarlo– de Juana de Arco, a la que ya había dedicado su anterior largometraje. Hace interpretar al gran mito francés por una niña de diez años, y aborda el relato de la pasión y muerte de la Doncella de Orléans con largos parlamentos de los personajes dichos en tono discursivo y artificial, totalmente gratuito. Nunca he “comulgado” con el cine de Dumont, y sigo sin hacerlo en esta aproximación tan forzada y caprichosa hacia un episodio clave en la mitología patria de Francia.

Ofrecida al igual que ‘Jeanne’ en la sección Un Certain Regard, ‘Chambre 212’ pertenece asimismo a otro “falso prestigio” del cine galo, Christophe Honoré, muy admirado por ciertos Festivales. Empezando por Cannes, que le tuvo el pasado año en competición con ‘Plaire, aimer et courir vite’, de mal recuerdo. Ahora se centra en esa ‘Habitación 212’ del título para revivir los amores de una mujer cuyo marido plantea separarse de ella al enterarse de que tiene un amante, chileno para más señas, una más en su larga carrera de infidelidades. Ninguno de los tópicos más acreditados de la actual comedia francesa ahorra Honoré: diálogos incesantes, sobreactuación interpretativa, erotismo doméstico, teatralidad asumida como tal; en suma, un conjunto de banalidades que luego buena parte de los distribuidores españoles importan masivamente.

"Les plus belles années d'une vie", de Claude Lelouch

Y si de tiempo pasado hablamos, no hay otro remedio que referirse a ‘Les plus belles années d’une vie’, donde Claude Lelouch vuelve más de medio siglo después a aquel ‘Un hombre y una mujer’ y su “dabadabadá” musical. ¿Qué quieren que les diga? Que da mucha pena ver a Jean-Louis Trintignant tan viejecito, sobre todo porque paralelamente se muestran frecuentes imágenes del film que causó sensación en 1966. Anouk Aimée se conserva notablemente mejor en este ejercicio de nostalgia, un tanto cruel y bastante repetitivo, que Lelouch ha emprendido, dice él, para afirmar que ‘los más bellos años de una vida’ son los que quedan por llegar. Discutible, ¿no?

Aunque para memoria llena de tristeza, también fuera de concurso, la que emprende Alain Cavalier en ‘Être vivant et le savoir’, recuerdo documental de su amiga y escritora Emmanuèle Bernheim, que le pasa lo que a las malas necrológicas: que se refieren más al que escribe que al propio finado...

(Publicado en "El Norte de Castilla", 21 de mayo de 2019).

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