Los dos hijos de la familia de "Parásito", de Bong Joon-ho
En la crónica de ayer les hablaba muy a favor de ‘Parásito’,
del coreano Bong Joon-ho, esa fábula vitriólica sobre la lucha de clases con altas
dosis de humor cruel. Pues bien, me alegra saber ahora que la gran mayoría de
compañeros de la Prensa internacional coinciden con tal opinión, por lo que sitúan
la película entre lo más destacado del Festival. De hecho, en sus puntuaciones
aparece solo ligeramente por debajo de ‘Dolor y gloria’, por lo que puede
establecerse un fuerte duelo entre ambas a la hora del palmarés. Ni Bong
Joon-ho (ni el cine coreano en su conjunto) ni Almodóvar han tenido nunca la
Palma de Oro, y España una única vez en largometrajes por la genial ‘Viridiana’
de Buñuel hace ya seis décadas y además “ex aequo”. Quizá el Jurado que preside
Alejandro González Iñárritu piense en remediar alguna de estas situaciones…
Si se repasa el catálogo de Cannes de hace tres años, se
encontrarán los nombres de Jarmusch, Loach, Almodóvar, los Dardenne,
Bellocchio, Dumont, Mendonça Filho, Albert Serra u Óliver Laxe, por citar algunos
de ellos. Si se repasa el de este año, vuelven a encontrarse los mismos, y
siempre con al menos un título protagonizado por Isabelle Huppert… También en
ese 2016 estaba y era premiado Xavier Dolan con ‘Juste la fin du monde’, y
Arnaud Desplechin inauguraba la edición siguiente con ‘Los fantasmas de Ismaël’.
Los traigo a colación porque los tenemos de nuevo en esta 72 edición, lo que no
podía ser de otra manera al tratarse de dos cineastas mimados siempre por el
Festival.
De un Festival que, como cabe deducir de la comparación que
planteo, repite excesivamente su programa, confiando siempre –a veces con
justicia; otras, no– en una serie de autores que, pasados los al menos tres
años que suelen emplearse en escribir, hallar financiación, rodar, posproducir
y lanzar cualquier película, sabemos que volveremos a encontrarlos aquí. Donde adivinamos
con amplio margen de acierto que nunca van a aparecer otros que no gozan del
favor previo de los responsables del certamen.
Volvamos a Dolan y Desplechin. Del primero ya se sabe que es
el “niño prodigio” del cine canadiense, con tan solo treinta años y ya siete
largometrajes en su haber, además de trabajos interpretativos, como en ‘Matthias
& Maxime’ que ha presentado en la Competición Oficial y que también
protagoniza . Es cierto que se mantiene, irreductible, fiel a su estilo:
continuos diálogos gritados más que dichos, muchos personajes actuando al tiempo
en un tono histriónico e imágenes semidesenfocadas, al tiempo que fijación por
los conflictos familiares, especialmente materno-filiales, o uso de música y
canciones a un estridente nivel de sonido. Con una historia de descubrimiento
homosexual de dos adultos que eran amigos y colegas desde los tiempos del
instituto, y del conflicto que tal revelación íntima les plantea justo cuando
uno de ellos va a marcharse dos años a Australia, nada de nuevo aporta
‘Matthias & Maxime’ a la filmografía previa de Xavier Dolan, ni en su
problemática ni en un estilo ya convertido en muestra de manierismo.
"Roubaix, une lumière", de Arnaud Desplechin
En cambio, en el caso del francés Arnaud Desplechin y su
‘Roubaix, une lumière’, igualmente a concurso, sí se percibe una cierta
voluntad de hacer algo distinto, de profundizar en los signos típicos del
“thriller” mediante una puesta en escena concreta donde la planificación, la
fotografía en exteriores y la música juegan un papel decisivo. Situando la
película en su Roubaix natal durante la Nochebuena y ofreciendo el protagonismo
a un comisario que cabría calificar de “humanista” (pocas veces se habrá visto
a un policía tan dialogante, amable y comprensivo como en esta ocasión), Desplechin busca que su film encuentre ecos de un ‘Crimen y castigo’ de nuestro tiempo.
Mucho mejor en su segunda parte, cuando se centra en el
asesinato de una anciana por parte de dos vecinas que malllevan su dependiente relación
lésbica entre la carencia de dinero y su alcoholismo, ‘Roubaix, una luz’ ofrece
facetas valiosas. En especial, aquella larga secuencia donde la reconstrucción
del asesinato por parte de las dos mujeres, que se contradicen en sus
testimonios, viene planteada por Desplechin como si se tratase de un ensayo
teatral, con el comisario dirigiendo paso
a paso la función ante los ojos del espectador. Una idea tan original como
brillante.
(Publicado en "El Norte de Castilla", 24 de mayo de 2019).
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