Malick impresiona con "Una vida oculta"


El cine de Terrence Malick siempre se halla en busca del paraíso, de un paraíso quizá mítico que existía, que el Mal ha transformado en espacio de sufrimiento y dolor, y que entre todos podemos llegar a recuperar. Hasta hoy era ‘El árbol de la vida’, que obtuvo la Palma de Oro en 2011, la expresión máxima de tal planteamiento; a partir de ahora, y por encima de ella, hay que situar ‘A Hidden Life’ (‘Una vida oculta’), su última y mejor película, que puede plantearle una fortísima competencia a Almodóvar para estar en lo más alto del palmarés de la presente edición.
 "A Hidden Life", de Terrence Malick

Refleja Malick la historia real de Franz Jägerstätter, un campesino austriaco, felizmente casado y con tres hijas pequeñas, que se ve confinado en prisión y posteriormente condenado por negarse a prestar el obligado juramento de fidelidad a Hitler cuando es llamado a filas. No combate, por tanto, en una guerra que considera injusta en nombre de su moral y sus sentimientos religiosos. Un hombre que llevará hasta el final sus convicciones, apoyado por una mujer que le ama incondicionalmente, pero también sufriendo el desprecio de los vecinos del pueblo donde viven, fanatizado por las ideas del nazismo y que le consideran simplemente un cobarde.

Con ser potente esta historia, no es lo principal de ‘Una vida oculta’, sino, como siempre, la manera en que está abordada por su autor. Malick, cuyo sentido cristiano y decidida espiritualidad nadie ignora, trasciende este relato hasta convertirlo en un verdadero ejercicio ético y reflexivo, del que impregna al espectador. “Mejor sufrir la injusticia que cometerla”, podría ser la divisa del film, que termina con un texto donde, con palabras de George Eliot, se afirma que sobre vidas tan anónimas u ocultas como las de este campesino se encuentra basada nuestra supervivencia.

Tres horas dura ‘A Hidden Life’. ¿Podría ser menos? Quizá, pero se perdería ese hálito reflexivo al que he hecho alusión, esa capacidad de detenerse un momento tras las bellas imágenes de Malick, tras los textos en “off” que recogen las cartas entre Frantz y su esposa, Fani, síntesis de la profunda historia de amor que vivieron. Exigente para el público, con una evidente trasfondo metafísico y teológico (donde la lucha entre el Bien y el Mal, el Paraíso y el Infierno, se plantea entre angustiadas preguntas al Eterno Padre en el que se cree y confía), sin poder llegar a entender por qué permite el dominio de un poder tan destructor, ‘Una vida oculta” ha impresionado profundamente en Cannes.

"Liberté", de Albert Serra

Por otros motivos muy distintos también lo ha hecho ‘Liberté’, el film de Albert Serra, que se ha presentado –como dijimos ayer– dentro de la sección paralela Un Certain Regard. Hace unos años, en un certamen que no tuviera el cúmulo de siete décadas de existencia como este, habría podido constituir la “película escándalo” del Festival. Ahora ya no escandaliza a nadie el explícito contenido sexual de muchas de sus secuencias, al reflejar las prácticas de un grupo de libertinos en la Francia de finales del siglo XVIII. Todo pasa durante una larga, larguísima noche (aquí sí que sobran minutos), sin un recorrido dramático definido, sino como una simple acumulación de situaciones que intentan definir un ambiente de decadencia y, en último término, arrebatada tristeza erótica.


Volviendo a la Competición Oficial, digamos brevemente que ‘Little Joe’, primer trabajo en Inglaterra y en inglés de la austriaca Jessica Hausner, viene a ser un curioso “remake” de aquella ‘Invasión de los ladrones de cuerpos’ de los años cincuenta, pero con la variante de que es una flor la que hace feliz a quien la huele y cuyo polen anula la empatía respecto a los demás seres humanos, lo que Hausner mira con evidente agrado, quizá harta de pasiones y sentimientos… Mientras que Cannes parece haber descubierto ahora el más convencional género de acción mediante la china ‘El Lago de las Ocas Salvajes’, que debía llamarse “de las Motos Salvajes”; y la rumana ‘La Gomera’, donde lo más llamativo es el decisivo papel que en la trama adquiere el Silbo típico de la isla, además de ver al cineasta mallorquín Agustí Villaronga haciendo de perverso “capo” de una mafia de la droga.

(Publicado en "El Norte de Castilla", 20 de mayo de 2019).

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