Cannes 74, donde las segundas partes sí parecen mejores

 

Mientras España cambiaba de Gobierno, terminaba la Eurocopa y se propagaba la quinta ola, hasta que llegaron en su segunda mitad Drive my Car, de Ryûsuke Hamaguchi, y Tre piani, de Nanni Moretti, la Competición Oficial de Cannes no levantaba cabeza. Tras el fiasco de Leos Carax con su Annette, al que ya me referí en la primera crónica, el Festival presentaba un perfil muy bajo, por más que ciertos títulos como los franceses Tout s’est bien passé y La fracture, de François Ozon y Catherine Corsini respectivamente, ofreciesen aspectos interesantes. Situados ambos en ambientes médicos, lo que viene a ser una de las características del certamen de este año, quizá influenciado por una pandemia que, entre controles y rumores, no cesa de estar presente en la Croisette. También películas como la finlandesa Compartimento nº 6 o Lingui. Los lazos secretos, que denuncia la tremenda situación legal y social de la mujer en el Tchad, merecían consideración, pero el conjunto no remontaba el vuelo.

Incluso con films tan lamentables como la Benedetta de Paul Verhoeven, centrada en el caso real de una monja lesbiana en la Toscana del siglo XVII (Miguel Picazo lo hizo infinitamente mejor en Extramuros al abordar un tema similar); o Julie, en 12 capítulos, donde el noruego Joachim Trier efectúa un verdadero ejercicio de manipulación trazando de manera tramposa el retrato de una mujer a la que parece dar todo el protagonismo, pero desde la mirada del machismo intelectual y moral más absoluto. Tampoco un director de moda como el israelí Nadav Lapid, con un Oso de Oro de la Berlinale a sus espaldas, superó su exhibicionismo narcisista y gritón en la denuncia del régimen de su país para La rodilla de Ahed.


Así que tuvieron que venir el ya veterano Moretti y el japonés Hamaguchi, multipremiado en Festivales por sus diez largometrajes anteriores, aunque prácticamente inédito en España, para que mandasen parar… En el caso del autor de Caro Diario y La habitación del hijo (que se llevó la Palma de Oro en 2001), sin que siquiera Tre piani figure entre sus mejores obras, quizá por partir de un relato ajeno al cineasta como es la novela homónima del escritor israelí Eshkol Nevo y sentirse con ello no tan a su gusto como cuando trabaja sobre guiones propios. De ahí nace, posiblemente, un inicio débil y dubitativo del relato de tres familias burguesas y sus vecinos de un mismo inmueble de Roma, que va tomando fuerza a medida que vamos conociendo, cada cinco años, sus vicisitudes. Las heridas de la convivencia, abordadas por Moretti en aquella espléndida La habitación del hijo, quedan así al descubierto, con una esperanza de reconciliación todavía muy incierta.
Desde parámetros culturales y estilísticos opuestos y también basándose en un relato, en este caso del Murakami de “Hombres sin mujeres”, Hamaguchi se enfrenta a unos dilemas existenciales casi irresolubles, aunque igualmente la posible “salida” se deja en manos femeninas. Después de unos primeros tres cuartos de hora impresionantes, cuando se muestra la relación entre un actor y director teatral y su mujer, guionista televisiva, y previo paso –en ese momento tan tardío– por los títulos de crédito, Drive my Car se desplaza hasta Hiroshima, donde su protagonista debe montar “Tío Vania”, de Chejov, y es conducido a los ensayos por una conductora que acabará teniendo una dimensión fundamental en la trama. Intimista, delicada, sutil, llena de matices, la película pesa, sin embargo, por un exceso de metraje que llega a las tres horas, con inútiles insistencias. Drive my Car ha sido hasta ahora el título definitorio del certamen, aunque uno sospeche si tanto entusiasmo de los críticos no se debe a que la mayoría de ellos no suele ir al teatro y no saben que mucho de lo que Hamaguchi ofrece estaba ya en Chejov…

Fuera de la Competición han resaltado documentales como Babi Yar. Context, en el que Sergei Loznitsa vuelve a demostrar su maestría al tratar material de archivo, en este caso para referirse al asesinato de 33.771 judíos ucranianos por parte de las tropas alemanas en 1941. O Retour à Reims. Fragments, donde Jean-Gabriel Périot elabora una inteligente síntesis de la lucha de la clase obrera francesa durante más de un siglo. Y en el terreno de la ficción, merecen ser recordados dos films de la sección paralela Un Certain Regard: Lamb, un estupendo cuento fantástico centrado en el “peculiar” hijo de un matrimonio de granjeros islandeses; y el austriaco La gran libertad, con su protagonista homosexual que, por ello, pasa directamente del campo de concentración nazi a sucesivas cárceles hasta el inicio de los años 70.


(Publicado en "Turia" de Valencia, 16 de julio de 2021).


No hay comentarios:

Publicar un comentario