Mientras España cambiaba de Gobierno, a Cannes llegaba una de las películas más esperadas del Festival: ‘Benedetta’, de Paul Verhoeven, basada en la historia real de una monja de la orden teatina que mantuvo tórridas relaciones lésbicas en la Toscana del siglo XVII. El film estaba previsto para la edición de 2020, pero la pandemia y la salud del realizador aconsejaron postergarlo catorce meses hasta que pudiera ser mostrado en la Croisette. Visto lo visto, no habría pasado nada por dejarlo más tiempo en la nevera…
Porque ‘Benedetta’ es, ante todo, una película antigua en su
concepto, su dramaturgia y su puesta en escena. En otro tiempo habría sido la
“película escándalo” del Festival, pero me parece que hoy apenas nadie se
escandaliza por el sexo, pese a que haya imágenes que quizá sorprendan a los
poco habituados al cine de Verhoeven. No me refiero solo a las eróticas entre
Sor Benedetta y Sor Bartolomea, sino también a otras muy violentas en que se
recrea el veterano director holandés de títulos tan diferentes como ‘Elle’,
‘Atracción fatal’ o ‘Robocop’. Aunque, sin ninguna duda, lo más comentado ya
está siendo esa pequeña talla de la Virgen que en su mitad inferior se
convierte en un rústico consolador. Por si acaso se despertaban algunas iras,
Verhoeven se ha apresurado a aclarar que “mi intención no era atacar a la
religión católica o a cualquier creencia. Pienso, solo, que los humanos somos
fundamentalmente animales”. Unos más que otros, habría que precisar.
Nada aporta ‘Benedetta’ a la larga y rica filmografía sobre
sucesos varios en conventos, inquisiciones o supersticiones religiosas. Y creo
que aunque casi nadie conoce bien el cine español, ni siquiera bastantes de
nuestros críticos, hay una película bastante similar que, sin querer demostrar
yo ínfulas nacionalistas, le da cien vueltas la que ahora se muestra con toda
la fanfarria cannesina. Me refiero a la excelente ‘Extramuros’, que Miguel
Picazo dirigiese en 1985 sobre la novela homónima de Jesús Fernández Santos,
con Mercedes Sampietro y Carmen Maura como protagonistas de una relación íntima
que se movía entre lo lésbico, la dependencia, lo poético e incluso el engaño
consentido. También en ella se daba ese erotismo, llagas presuntamente
milagrosas, la peste y el fanatismo como telón de fondo y hasta un conflicto de
poder en el convento por el puesto de superiora, allí Aurora Bautista y aquí
Charlotte Rampling. Cuyo trabajo es de lo más salvable del film, no desde luego
el de la actriz belga Virginie Efira, muy por debajo de las intérpretes
españolas antes citadas. Pero atreverme a decir que Picazo era mejor que Verhoeven
me puede llevar al fuego eterno de ‘Cahiers du Cinéma’, revista antes prestigiosa
(y que probablemente ni conoce al director jienense) que considera ‘Benedetta’
una obra maestra.
En el caso de ‘La fracture’, de Catherine Corsini, incluida
también en la Competición oficial, más que de un amor lésbico es de su ruptura
de lo que se habla, después de muchos años de convivencia. Pero la originalidad
del film radica en que se desarrolla prácticamente en su integridad dentro de las
salas de urgencias de un centro de salud, colapsado por los “chalecos
amarillos” que han sufrido una dura represión policial que llega con gases
lacrimógenos hasta las mismas puertas del ambulatorio. La fusión de las dos
circunstancias resulta a menudo no solo curiosa y divertida, pese a todo, en
especial por la excelente composición de su personaje que hace Valeria Bruni
Tedeschi, la parte de la pareja que se niega obstinadamente a la separación y
que ha quedado herida por una caída, sino demostrativa de que la Sanidad
pública francesa en la etapa de Macron tampoco está como para tirar cohetes. Y
con este “tampoco” me figuro que ya saben a lo que me refiero.
El problema de ‘La fracture’, título que juega en la doble
dimensión citada, es que ese planteamiento se agota en sí mismo y se vuelve
repetitivo, no da suficiente para casi cien minutos de proyección. Fenómeno
habitual en el Cannes de este año, como también el que las películas se vuelvan
demasiado previsibles, sea ‘Stillwater’, de Tom McCarthy, o ‘Mothering Sunday’,
de Eva Husson, mostradas dentro de la nueva sección Cannes Première. Quizá es
que nos estemos haciendo mayores y hayamos visto ya demasiado cine…
(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 11 de julio de 2021).
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