El amor hoy, según Audiard

 

"Les Olympiades", de Jacques Audiard

Aunque se llame ‘Les Olympiades’, no crean que la última y excelente película de Jacques Audiard se refiere a los Juegos Olímpicos, sino al Distrito XIII de París, en la margen izquierda del Sena. Entre sus más de treinta torres, cuenta con ocho rascacielos de 104 metros y 36 plantas que llevan los nombres de ciudades donde se han celebrado Olimpiadas, de ahí le viene el nombre que ha hecho suyo el cineasta francés. Se basa para ello en ‘Killing and Dying’, un libro con seis relatos gráficos del norteamericano Adrian Tomine, titulado en español ‘Intrusos’, y en su adaptación, llevada a cabo junto a las también cineastas Céline Sciamma y Léa Mysius, demuestra su gran categoría como guionista. Audiard, tras el resonante éxito aquí de ‘Un profeta’ en 2009 y la Palma de Oro para ‘Dheepan’ seis años después, bien merece estar de nuevo en lo alto del palmarés de Cannes.

Hallarse entre el público de la gran sala del Palacio del Festival, con dos mil espectadores “respirando” al unísono una película (aunque con mascarilla obligada, eso sí), supone algo que solo este certamen puede darte y donde quizá radica su mayor atractivo. ‘Les Olympiades’ ha sido recibida así, con una entregada atención y una potente ovación final. Se lo merece, porque es un auténtico retrato de nuestro tiempo el que el film nos ofrece, especialmente en el terreno amoroso y sexual, donde las relaciones cada vez resultan más complejas, no importa la frecuencia y la variedad con que se emprendan. Me decía un antiguo colega que la diferencia entre el cine clásico y el actual es que, en el primero, la historia terminaba cuando la pareja llegaba al beso o la cama, mientras que en el moderno arranca precisamente ahí… Hacer el amor, por decirlo de manera “poética”, no parece ser ya la solución de nada, sino un simple incidente en el camino.

Audiard da cauce a reflexiones así a través de la historia de tres personajes, dos mujeres y un hombre, que se entrecruzan en diversos momentos y circunstancias. Sin estridencias, con pulso muy firme y fluido y en el tiempo justo de proyección, ‘Les Olympiades’ nos va hablando de los mimbres de una sociedad occidental que deja mucho que desear, pero que es la que hay y no parece que vaya a cambiar de la mañana a la noche. También, como no podía ser menos, nos habla de la muerte entre los altos edificios y las calles de este Distrito XIII parisino, poblado básicamente por emigrantes asiáticos y africanos ya de segunda y tercera generación. El amor y la muerte siempre se entrecruzan, por algo el orgasmo es llamado en Francia desde el siglo XVI “la petite mort”, como Georges Bataille se encargaría de recordarnos…

"La historia de mi mujer", de Ildiko Enyedi

Si ‘Les Olympiades’ es una magnífica película, no se puede decir lo mismo de su acompañante en la Competición Oficial, ‘La historia de mi mujer’, de la húngara Ildiko Enyedi, que tiene la relativa originalidad de basarse en el diario de un capitán de barco mercante para sus casi tres horas de monótona narración. Caso interesante el de esta cineasta magiar, dada a conocer internacionalmente por su Cámara de Oro a la Mejor Ópera Prima en Cannes de 1989 para ‘Mi siglo XX’, desaparecida después durante décadas, hasta que hace cuatro años obtuviese el Oso de Oro de la Berlinale con la estupenda ‘En cuerpo y alma’. Lo que le falta precisamente en este caso, alma creativa, en un ejemplo de “europudding” que se diría ya desterrado de las pantallas. Y en el que no falta la inevitable Léa Seydoux, con nada menos que cuatro films en Cannes, muy bella pero que en ‘La historia de mi mujer’ insiste en sus típicos mohines y gestos seductores Esperamos que el talento de Ildiko Enyedi renazca al abordar temas más personales y cercanos.

Me resulta curioso que, al margen de en el epílogo de ‘Drive my Car’, no he visto ninguna película que evidencie que su narración trascurre en estos largos meses de pandemia. Lo hace, en cambio, el film en episodios ‘El año de la tormenta eterna’, en el que siete directores lo resumen cada uno a su buen entender, que no rebosa inspiración. Sus imágenes apenas valen para descubrir que al confinado políticamente Jafar Panahi le acompaña en su preciosa casa un enorme lagarto o que Apichatpong Weerasethakul, el otro cineasta más conocido que ha colaborado en el proyecto, asimila la expansión del virus con la de unos insectos sumamente invasores.


(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 16 de julio de 2021).

 

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