El nivel de la Competición Oficial de Cannes ha subido
gracias a dos películas: la japonesa ‘Drive my Car’, de Ryûsuke Hamaguchi, y
‘Tre piani’, de un viejo conocido de la Semana de Valladolid como Nanni
Moretti. Films muy distintos entre sí, pero que nos hablan de cosas similares y
más que presentes en las vidas de nuestros días. Las heridas cotidianas, los
dramas, decepciones o fracturas que suelen componerlas, coinciden en dos
contextos tan alejados como el de un actor y director que prepara un montaje de
‘Tío Vania’ en Hiroshima y las familias de una casa burguesa que viven en esos
‘tres pisos’ a los que se refiere el título de Moretti. Pero ni unos ni otros
están libres del sufrimiento, la humillación, el fracaso y, quizá, a lo lejos, un
hálito de esperanza que suele ir unida a personajes de mujer, siempre más
sensibles y clarividentes que los hombres, encerrados en sus convenciones.
El intimismo de ‘Drive my Car’ se apoya decisivamente en
Chejov, terminando casi sus tres horas en una representación de ‘Tío Vania’ con
el famoso diálogo de Sonia interpretada aquí por una actriz sorda, lo mismo que
hizo Patricia Ferreira con intérpretes ciegos de ‘La gaviota’ en ‘Para que no
me olvides’. Después de una introducción de 45 minutos, al cabo de los cuales
aparecen por sorpresa los títulos de créditos y la narración gira bruscamente a
causa de un hecho que no voy a descubrir, la película se centra ya en los
ensayos de la obra teatral y las relaciones entre el director y varios de sus actores.
Riûsuke Hamaguchi, cineasta prácticamente desconocido en España pese a ser este
su undécimo largometraje y contar con una amplia experiencia de premios en
festivales, se demora demasiado en el desarrollo de la historia, que con menor
duración podría ser igual de sugerente y atractiva, trazada a partir de un
relato breve de Haruki Murakami incluido en ‘Hombres sin mujeres’ (Tusquets
Editores). Se agradece pasar del chafarrinón de bastantes de los films vistos
en esta edición de Cannes, pongo por caso ‘Benedetta’, a un cine donde los
matices y las sugerencias inteligentes y sensibles, la creatividad en suma,
juegan un papel fundamental como en este ‘Drive my Car’.
Aunque dentro de una cultura mediterránea más directa y
común, también a esa propuesta se adhiere Nanni Moretti en ‘Tre piani’. La
llegada a la Sección Oficial de uno de los tres ya ganadores de la Palma de Oro
(los otros dos son Apichatpong Weerasethakul y Jacques Audiard) no se ha
producido con la rotundidad que supuso la extraordinaria ‘La habitación del
hijo’, con la que obtuvo en 2001 ese máximo galardón, ni con la originalidad de
‘Caro Diario’ o ‘Habemus Papam’, pero, sin ser el mejor, el último Moretti no
desmerece dentro de su rica filmografía. Comienza ‘Tre piani’ de manera
dubitativa, muy poco convincente, pero se va asentando a medida que vamos
conociendo a las tres familias y demás vecinos y nos sentimos cercanos a sus
vicisitudes humanas en lapsos de tiempo de cinco años cada uno. Posiblemente, el
autor italiano no se siente del todo cómodo con un material narrativo que,
contra su costumbre, le es ajeno en origen, porque el film se basa en la novela
homónima del escritor israelí Eshkol Nevo, publicada en España por Duomo
Editorial en 2019. Pero remonta ese presunto obstáculo hasta hacer la película suya
en la forma de acercarse a la sociedad italiana.
A quien no se le ha pegado nada de Bergman es a Mia
Hansen-Love, pese a ir hasta la isla de Farö a rodar su último trabajo, que no
podía llevar otro nombre que el de ‘Bergman Island’, presentado igualmente a
concurso. Vale para que conozcamos ese ya mítica isla y comprobar el culto a la
memoria del imprescindible cineasta, venerando como sitios de culto no solo su
casa, su biblioteca, su sala de proyección o creando una Fundación dedicada a
su estudio, sino ofreciendo todo un ‘Bergman Safari’ en autobús… Con el manido
recurso del cine dentro del cine, Hansen-Love pretende cubrir la inexistencia
de una historia que valga la pena, sobre una pareja de director y guionista que
buscan escribir en Farö su siguiente película. Cuyos personajes inventados, según
era previsible, se mezclan con los reales en una nadería donde se comete la
herejía de invocar el nombre de Bergman tan en vano.
(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 13 de julio de 2021).
No hay comentarios:
Publicar un comentario