Para empezar, permítanme una anécdota personal: Era octubre
de 2015, en plena celebración de la Semana de Cine de Valladolid, en la que yo
formaba parte del Jurado que presidía Goran Paskaljévic. Estaba cenando en el
Restaurante Ángela y, a mi lado, lo hacían una madre y una hija, dentro de cuya
Sección Oficial esta había presentado su cortometraje ‘El adiós’. Hablaban
sobre la pena que les causaba marcharse del Festival, tras disfrutar de la
excelente acogida al corto, pero ya tenían que marcharse a la mañana siguiente.
Al oírlo, me acerqué a ellas e indentificándome como un simple periodista, les
aconsejé que no se marcharan de Valladolid y que debían quedarse hasta el
final, cuando los premios se conocieran. Se extrañaron bastante de mi consejo,
que no sabían bien qué lo motivaba, pero decidieron seguirlo. Y así, Clara
Roquet, ante la mirada emocionada de su madre, pudo recoger personalmente la
Espiga de Oro al Mejor Cortometraje y la selección a los Premios Europeos para
su excelente ‘El adiós’, en lo que el Jurado estuvo de acuerdo por unanimidad.
"Libertad", de Clara Roquet
Lo recuerdo cuando ahora veo en la Semana de la Crítica la
“opera prima” de Clara Roquet, ‘Libertad’. Pero esta vez, lamentablemente, ella
no ha podido venir a Cannes a presentarla debido a la cuarentena que debe
guardar a causa del coronavirus. Un caso de mala suerte, porque la película ya
estaba seleccionada para el pasado año pero, debido a la pandemia, ha tenido
que esperar a la actual edición para darse a conocer. Han hecho bien en
decidirlo sus productores y distribuidores porque, con todos los reparos que
pongamos al Festival y más concretamente a la organización de estos primeros días,
sigue siendo un altavoz incomparable para cualquier película, especialmente si se
trata de un debut y el resultado merece la pena.
Así lo es en ‘Libertad’, donde Clara Roquet nos hace asistir
al veraneo de una familia burguesa en la Costa Brava y, más concretamente, a la
amistad que surge entre la hija mayor y la de la mujer colombiana que cuida de una
abuela dominada progresivamente por el alzheimer, dos adolescentes radicalmente
distintas en carácter, clase y culturas. Quienes recuerden ‘El adiós’ comprobarán
que hay muchas concomitancias entre aquel corto de 2015 y este largo que ahora
felizmente conocemos. Porque en ambos se halla la sensibilidad y el talento de
su autora, que se ha ido experimentando en la escritura de guiones al lado de
Jaime Rosales o de Carlos Marqués-Marcet. La descripción del ambiente familiar,
muchas veces dado fuera de campo, y, sobre todo, la introducción a la vida de
una niña hasta entonces protegida por ese entorno y que se enfrenta al
desengaño y la amargura de la separación, posee muchos quilates de creatividad.
Porque en esa familia, como quizá en todas, no es oro todo lo que reluce y
sufre de desperfectos como esas manchas de humedad que van invadiendo las
paredes de la casa…
Lo bueno, además, de ‘Libertad’ es que ya tiene asignada la
quiniela de los Goya dos aciertos prácticamente seguros, con los de Clara
Roquet y, de manera muy especial, el de una fabulosa Vicky Peña como Mejor
Actriz de Reparto. La filiación que puede entrelazar varias películas de
mujeres cineastas como ‘Verano 1993’, ‘Las niñas’ y ‘Libertad’ encontraría de
esta manera una especie de reconocimiento oficial.
No sé si lo encontrará en Cannes ‘Tout s’est bien passé’, la
película de François Ozon, realizador que, dada su fertilidad, nos encontramos
en cada edición de cada Festival que se precie. Se centra ahora en las
relaciones paternofiliales cuando un hombre pide a sus hijas que le ayuden a
terminar con su vida tras sufrir un infarto cerebral y deben enfrentarse a una
legislación que, no como la muy recientemente aprobada en España, les plantea
todo tipo de impedimentos legales en esta Francia tan liberal.
Tampoco puede encontrar fácil refugio ‘La rodilla de Ahed’,
de uno de los realizadores más de moda en la actualidad, el israelí Nadav
Lapid. Película polémica por excelencia en su personal y convencida diatriba
contra el régimen político y cultural de su país, su carga crítica no la exime
de un molesto personalismo exhibicionista. Quizá porque Lapid no logra
diferenciar aún lo que es arrebato y pasión de lo que es gratuita anarquía
expresiva.
(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 9 de julio de 2021).
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