Se ha hecho justicia. Y como preveíamos ayer, ‘Amour’, de
Michael Haneke, se ha llevado con todo merecimiento la Palma de Oro. Estaba muy
por encima del resto de las películas vistas este año en Cannes, y ese máximo
galardón viene a recompensar la enorme valía cinematográfica e intelectual del
último film del realizador austriaco, que reedita así su triunfo de 2009 con
‘La cinta blanca’. La historia del profundo amor que en la senectud viven la
pareja formada por Georges y Anne, influenciada decisivamente por la progresiva
enfermedad de ella, viene expresada por Haneke con tanta sabiduría como
sensibilidad, dando a cada plano su sentido y medida exactos. Lástima que los
premios de interpretación no hayan ido a parar a Jean-Louis Trintignant y
Emmanuelle Riva, que encarnan al matrimonio protagonista, pero quizá el Jurado
haya pensado que la Palma de Oro ya abarca a todos cuantos han intervenido en
‘Amour’.
Muchísimo más difícil resulta adivinar qué es lo que han
encontrado en la labor de Carlos Reygadas para concederle, por ‘Post Tenebras
Lux’, nada menos que el Premio a la mejor Dirección. Casi todo palmarés tiene
su disparate, y este es de los que hacen época. Acogido con abucheo y rechifla
en la sala de Prensa, como era lógico tras ser el film de la Sección Oficial
peor valorado por los críticos, el reconocimiento al cineasta mexicano posee
una “lectura” peligrosa: si la labor que, según el Jurado, debe desempeñar un
director es esta, vamos por mal camino. Premiar al tiempo a Haneke y a Reygadas
supone una excesiva incoherencia por parte de un Jurado que, presidido por
Nanni Moretti, estaba formado por los también directores Alexander Payne y
Raoul Peck, la directora Andrea Arnold, las actrices Diane Kruger, Emmanuelle
Devos e Hiam Abbass, el actor Ewan McGregor y el modista Jean Paul Gaultier,
que no se sabía muy bien qué hacía en él. Son prácticamente los únicos en todo
Cannes, además del Comité de Selección, que le ha encontrado algún sentido a
‘Post tenebras lux’. Menos mal que la locura no se ha extendido hasta ‘Holy
Motors’, de Leos Carax…
Lo de elevar a ‘Reality’ hasta el Gran Premio, sin duda
excesivo, ya suponíamos ayer que pertenecería al presidencialismo de Moretti y
su deseo de respaldar a su compatriota Matteo Garrone por encima, sobre todo,
de ‘De rouille et d’os’, de Jacques Audiard, que se ha quedado indebidamente
fuera del palmarés, casi igual que ‘La caza’, de Thomas Vinterberg, reducida al
Premio al Premio al Mejor Actor para Mads Mikkelsen y al, no oficial, Premio
Ecuménico. Excluidas totalmente de los galardones han quedado ‘En la bruma’, de
Sergei Loznitsa (sin embargo, Premio de la Crítica Internacional), o ‘Mud’, de
Jeff Nichols, precisamente los dos únicos títulos valiosos de la decepcionante
segunda parte de un Festival que, finalmente, se ha movido lejos del nivel de
la extraordinaria pasada edición. Aunque el gran perdedor de este año es el
cine norteamericano, que no ha visto ninguna de sus diversas participaciones dentro
del palmarés.
Donde sí ha encontrado acomodo, con el Premio del Jurado, Ken
Loach y su simpática y divertida ‘The Angels’ Share’ y, por partida doble, la
rumana ‘Más allá de las colinas’ debido al trabajo de sus dos jóvenes
protagonistas, Cristina Flutur y Cosmina Stratan, y al guion de Cristian Mungiu,
galardón todavía más discutible por el carácter dubitativo y la carencia de un
propuesta concreta que lastra desde su inicio esta discursiva película. Lo
contrario que sucede en ‘Beasts of the Southern Wild’, de Benh Zeitlin, cuya
potencia narrativa ha convencido al Jurado, distinto del Oficial, encargado de
la Cámara de Oro para primeros largometrajes (tal como previmos tras su
proyección en los primeros días del certamen, después de su triunfo en Sundance),
aunque el de la sección Un Certain Regard en que el film estaba programado se
decantase por la mexicana ‘Después de Lucía’, de Michel Franco, ante la
sorpresa generalizada.
Sin duda, nunca llueve a gusto de todos y cada cual lleva un jurado
en su interior. Pero hay que resaltar que grandes nombres como Kiarostami,
Resnais o Cronenberg se han quedado –con obras inferiores a muchas otras suyas–
en el limbo, ya no solo del palmarés sino del reconocimiento de la mayoría.
Pero poco importa: al tiempo que se conocen los premios de la 65 edición ya han
surgido las previsiones para la próxima. Que si Almodóvar con su comedia ‘Los
amantes pasajeros’, que si Terrence Malick con ‘To the Wonder’, que si Wong Kar
Wai con ‘The Grandmasters’, que si la nueva película que Woody Allen va rodar
este verano en Nueva York… Cannes es como un “continuum infinitum” que nunca se
detiene, que se regenera cada doce meses para que todos volvamos aquí a
comprobar qué está pasando, año tras año, en el mundo del cine.
Publicado en "El Norte de Castilla" de Valladolid
Mayo 2012
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