¡Pobres guionistas!


No ha tenido eco alguno, ni se ha publicado en ningún medio que yo sepa, pero la noticia me parece tremenda: la Comisión Nacional de la Competencia (CNC) ha impuesto una multa de 29.700 euros a la asociación de guionistas Autores Literarios de Medios Audiovisuales, más conocida por ALMA. ¿Cuál ha sido el “delito” que merece esta sanción económica de casi cinco millones de las antiguas pesetas? Pues “una conducta anticompetitiva consistente en la elaboración y publicación de recomendaciones colectivas sobre los precios cobrados por los guionistas autónomos en el ámbito de los medios audiovisuales”. Es decir, que una asociación profesional ni siquiera puede trazar una tabla orientativa sobre cuánto tendrían que percibir quienes escriben películas o series televisivas. Parece el objetivo mínimo de una entidad de este tipo, orientar a sus asociados sobre los salarios que deben reclamar a sus empresarios. Pues no, la CNC ha decidido que eso atenta contra el artículo 1 de la Ley de Defensa de la Competencia. De lo que cabe deducir que o este artículo es injusto o se aplica de manera inadecuada.



¿Qué han hecho los pobres guionistas para recibir tal palo en los lomos de su asociación? Tan solo escribir historias, hacer posible que se pongan en pie obras audiovisuales, crear ficciones con las que otros se enriquecen…, a cambio de un dinero mínimo. Cualquiera que lea el presupuesto de una película o una serie españolas se escandalizará con lo poco que cobran quienes las han inventado. Ninguna profesión está tan mal pagada en este ámbito como la de guionista, aunque se nos llene la boca hablando de la importancia decisiva de maestros como Rafael Azcona. No se trata de llegar a las enormes cantidades que se manejan en Hollywood, sino de asegurar unos ingresos dignos a quienes se dedican a este trabajo. Aunque solo una ínfima minoría puede consagrarse a él en exclusiva, debiendo compaginarlo con otras tareas más rentables. Contratos leoninos, condiciones laborales penosas, pérdida de derechos en beneficio de sus empleadores, todo se conjuga en su contra. Y va la asociación que los representa y se “atreve” a difundir unas orientaciones sobre lo que deberían cobrar, y un organismo oficial se lanza a degüello contra ella. Todo un ejemplo de buenas prácticas.

Lejanos suenan los tiempos –y no lo son, menos de cuatro años– en que parecía que la Federación de Productores y ALMA iban a establecer un acuerdo por el que se pagaría por los guiones una cantidad mínima del 3% del presupuesto. Porcentaje que no resulta precisamente exagerado para quienes determinan el punto de partida de cualquier obra audiovisual. Pero todo quedó, una vez más, en agua de borrajas, y de aquel posible pacto nunca más se supo. Con lo que se perpetúa la tradicional indefensión de los guionistas, en especial de los más jóvenes que se inician en televisión y que tienen que aceptar las condiciones leoninas de las productoras. Ahora, ya ni siquiera una “tabla orientativa” puede acompañar a sus reivindicaciones.

Publicado en "Turia" de Valencia
Octubre 2012

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