Cuestión de mirada


Si hubiera que elegir el concepto que mejor define las características concretas de una película, este sería sin duda el de la mirada desde la que se observa cuanto se narra. Supone el elemento fundamental a partir del que enjuiciamos adecuadamente lo que el relato quiere ser, cómo se desarrolla y a dónde pretende ir. Es, por tanto, la mirada del director (y antes la del guionista, en muchos casos la misma persona) la que determina el alcance de esa película y lo que propone al espectador. De ella nacerán tanto la elaboración e itinerario de los personajes como el sentido y significado que adopta la trama, e incluso el estilo particular que se aplica a ella. Por encima de cuestiones previas temáticas y formales, o mejor englobándolas en un todo conjunto, es la mirada del autor lo que realmente importa.


Lo acabamos de comprobar en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva y, más exactamente, en sus títulos más significativos a juicio de su Jurado Oficial, compuesto por la actriz Irene Visedo, el productor Luis Miñarro, el director Gerardo Olivares, el guionista argentino Marcelo Vernengo y quien esto escribe. Elegimos para el Colón de Oro, el premio máximo, Infancia clandestina, primer largometraje de Benjamín Ávila, que aborda la difícil existencia de una familia de activistas montoneros durante la dictadura militar argentina. Pero lo fundamental es que la mirada que sobre esta historia plantea su director la identifica con la del niño protagonista, trasunto autobiográfico del propio cineasta. Si desde otro acercamiento, la película podría resultar insuficiente en sus planteamientos ideológicos y políticos, o incluso demasiado sentimental, al venir observada desde los ojos de este crío de unos once o doce años, ya adquiere un sentido distinto y transforma su experiencia directa en el medio a través del que el público recibe el film. Merece la pena que lo comprueben dentro de poco, cuando se estrene Infancia clandestina, ya seleccionada para representar a su país entre aquellos títulos que aspiran a los Oscar y los Goya.

Pero es que lo mismo sucedía con las películas que igualmente destacaron y lograron los principales galardones: la mexicana Fecha de caducidad, de Kenya Márquez (Colón de Plata a la Mejor Dirección), una notable ilustración en clave negra del famoso dicho de que “las apariencias engañan”, contada desde tres puntos de vista, un tanto a la manera del clásico Rashomon; la también “opera prima” De martes a martes (Carabela de Plata y Premio al Mejor Actor), donde el argentino Gustavo Fernández Triviño observa con inteligencia a un ser anónimo que parece pasivo pero acaba modificando su realidad y la de otros personajes, y Mai morire, de Enrique Rivero (Premio Especial del Jurado), personal acercamiento a temas tan mexicanos como el desarraigo y la muerte. Todo ello dentro de una Sección Oficial que reunía una decena de películas de buen nivel medio, y de un Festival que ha tenido que recortar este año nada menos que la mitad de su presupuesto.

Publicado en "Turia" de Valencia
Diciembre 2012


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