No es la primera vez que, en esta misma sección, me refiero a
la gran valía de los cortometrajes que se hacen en España. No todos, claro,
porque la oferta es enorme: 249 en 2011, 240 en 2010 y 241 en 2009, con una
cifra posiblemente similar en el año que ahora termina. Aunque me figuro que va
a descender en el próximo al no haber convocado el ICAA en este ejercicio las
Ayudas sobre Proyectos de cortos y solo las de los ya realizados, al tiempo que
diversas Autonomías las han rebajado. ¿Qué cómo se hacen tantos? Es uno de los
muchos misterios que pueblan el cine español, y cuya explicación remite al
entusiasmo de quienes los ponen en pie, su capacidad para mover carros y
carretas hasta encontrar financiación o el entusiasmo paterno-filial, sin
excluir herencias de tías lejanas… Además, la frase de que “en los cortos no
cobra nadie” se ajusta bastante a la realidad, y hasta algunos optimistas no
dudan en prometer un reparto equitativo sobre beneficios futuros.
Entre los numerosos títulos que en 2012 merecen la pena, hay
dos que se elevan por encima del resto: Aquel
no era yo, de Esteban Crespo, en el terreno de la ficción; y A Story for the Modlins, de Sergio
Oksman, en el del documental, ganadores ambos de numerosísimos premios
nacionales e internacionales. Mientras este segundo traza la historia de la
familia Modlin, compuesta por un actor secundario norteamericano, su mujer
(obsesionada con pintar el Apocalipsis) y el hijo de ambos, que acabaron
recalando en Madrid, donde dejaron tirados en la calle cientos de fotos y de
documentos personales, que el film recoge, Aquel
no era yo sorprende por el nivel de su producción y su potencia narrativa
al relatar, a propósito de un secuestro en un país africano, la terrible
realidad de los “niños de la guerra”.
Pero es que, centrándonos en este terreno de la ficción,
podríamos citar otros muchos ejemplos: la sensible emotividad de La boda, de Marina Seresesky; la forma
de tratar un encuentro amoroso entre adultos en Desayuno con diadema, de Óscar Bernàcer; el alto nivel de la
interpretación de Juan Diego en Matador
on the Road, de Alexis Morante, comparable al de María Botto en La mujer del hatillo gris, de Luis
Trapiello; la mirada satírica sobre la hipocresía familiar que despliega
Natalia Mateo en Ojos que no ven; la
digna herencia del Mihura de “Maribel y la extraña familia” perceptible en Abstenerse agencias, de Gaizka Urresti…
Como ya no voy a estar con ustedes hasta después de las
Navidades, voy a pedir a los Reyes Magos tres cosas, todas ellas referidas a la
Turia: que, como creo que ya tuvo en
tiempos, recupere una sección crítica referida a los cortometrajes; que los
incorpore a sus Premios anuales, y que –dado que buena parte de sus lectores
son jóvenes y proclives a este mundo– encabece unas jornadas dedicadas a estudiarlo
en profundidad. Sería de justicia.
Publicado en "Turia" de Valencia
Diciembre 2012
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