Destaca en Cannes la excelente película de los Dardenne

 

Tiene toda la intención que los hermanos Dardenne utilicen en dos ocasiones de Tori et Lokita la canción Alla Fiera dell’Est. La creó el cantautor italiano Angelo Branduardi en los años 70 y comenzaba cada pasaje con la repetida estrofa, en italiano, de “En la Feria del Este, por dos monedas, mi padre un ratoncito compró”. Y sobre ese “topolino” van aniquilándose sucesivamente un gato, un perro, un palo, el fuego, el agua, un toro, un carnicero, el Ángel de la Muerte e incluso el mismísimo Dios… Metáfora y resumen de las vicisitudes de los dos principales personajes de Tori et Lokita, son esta muchacha y este niño, emigrantes africanos sin papeles, los “topolinos” de una sociedad donde los fuertes siempre acaban devorando a los más débiles.

"Tori et Lokita", de Jean-Pierre y Luc Dardenne

Lo muestran sin ambages Jean-Pierre y Luc Dardenne en su nueva participación en Cannes, donde ya han conseguido dos Palmas de Oro, por Rosetta en 1999 y L’enfant seis años después. Y si lo lograran de nuevo ahora, lo que no resultaría tan extraño dada la excelencia de la película, sería la primera vez en que un cineasta, en plural en este caso, subiese en tres ocasiones a lo más alto del palmarés. Ahora, con una película más desesperanzada que en otras anteriores, como si la elevada edad de ambos hermanos les hubiera llevado al convencimiento de que no hay escapatoria para estas personas dentro de la escala social. Malviven sin carta de residencia, sin trabajo fijo, de ser pequeños “camellos” y así pagar una deuda infinita a quienes les han traído ilegalmente a Bélgica. Tori y Lokita son explotados, pero también, a su pequeña escala, explotan con el fin de sobrevivir entre mafias que juegan con su destino.

Quizá sean los Dardenne los realizadores más imitados en el mundo, hasta el punto de que esos planos-secuencia con la cámara siguiendo la espalda de los personajes han acabado por llevar su nombre. Pero una cosa es la creatividad y otra la imitación, y en Tori et Lokita vuelven a demostrar que tienen la patente de un estilo que, además de su continuo interés por la problemática social, les identifica sin duda alguna.

"Nostalgia", de Mario Martone

A propósito de las películas de la “Nouvelle Vague”, Hitchcock señalaba con humor que la diferencia básica entre el cine norteamericano y el europeo es que en el primero se corre y en el segundo se anda… Habría ratificado su opinión al ver las dos infinitas horas de Nostalgia, el film de Mario Martone donde el protagonista anda y anda hasta el infinito por las calles de Nápoles. El motivo es que ha regresado allí tras cuarenta años de residir en Oriente próximo, especialmente El Cairo, y necesita retomar el contacto con la ciudad en la que fue feliz hasta que un hecho violento motivó su marcha. Reencuentra a su anciana madre, pero sobre todo desea ver de nuevo al amigo del alma con el que compartió aquel hecho y ahora es el “capo” de la ciudad. Y seguimos y seguimos sus incesantes pasos en esa búsqueda…

Cerraba Cuerdas la participación española en la Semana de la Crítica, reducida a dos cortometrajes. Pero, como en el caso citado ayer, de considerable valía, porque Estíbaliz Urresola cuenta en él una sencilla historia con fuerte capacidad de comunicación: la de la coral femenina de un pueblo cuyas integrantes, ya mayores, se plantean si deben o mantener su actividad mediante la ayuda de la industria local que está contaminando a los vecinos. Dignidad, lucha ecológica, empuje pese a la edad, son grandes ideas que se acoplan bien a este pequeño formato.


(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 26 de mayo de 2022).


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