Si ha habido un momento especialmente intenso en estas horas
iniciales del 75 Festival de Cannes, fue cuando, ante la sorpresa de todos, el
Presidente Zelenski se dirigió en directo a los asistentes a la Gala de
Inauguración. Fue una emocionante intervención en la que, apoyándose en el
memorable discurso final de Chaplin en El
Gran Dictador, subrayó el poder del cine como defensor y garante de la
libertad, la justicia y la paz, ahora destrozadas por la criminal invasión de
Rusia sobre Ucrania.
Quedaron minimizados entonces los diversos discursos que hubo
en el acto. Y mucho más todavía la irrelevante película que le siguió: Coupez!, de Michel Hazanavicius, el realizador
que saltó a la fama con The Artist.
Su único verdadero acierto fue cambiar el título previsto en principio, Z, para no publicitar una letra que se
ha convertido en símbolo de la barbarie al ser utilizada por el invasor ejército
ruso. Por lo demás, Coupez! es solo
el “remake” de un film japonés sobre zombies que alcanzó cierta notoriedad
entre los aficionados al género. Entre quienes también deben de figurar los
responsables de la programación de Cannes, porque la última edición
prepandémica, la de 2019, también la abrieron con los resucitados de Jim
Jarmusch en Los muertos no mueren.
Ni aquella resultó una película valiosa para la carrera del
cineasta norteamericano, ni la de Hazanavicius pasará precisamente a la posteridad.
En realidad, se trata de una nueva vuelta de tuerca al tema “del cine dentro
del cine”, con tres partes bien diferenciadas, la primera de las cuales es un
plano secuencia verdadero o fingido de media hora donde los zombies campan por
sus respetos. Conocer cómo se ha llegado a ese rodaje y su trastienda durante
la filmación conforman los otros dos tercios, divertidos en pocas ocasiones y
donde vuelve a demostrarse la clara tendencia hacia el mimetismo de su autor.
En un extremo radicalmente opuesto se sitúan las cinco horas
y media de Esterno notte, donde Marco
Bellocchio, el único cineasta verdaderamente grande que queda vivo de su
generación, aborda el doloroso y conflictivo tema del secuestro y asesinato de
Aldo Moro a cargo de las Brigadas Rojas y la inacción que mantuvo la Democracia
Cristiana en el poder. En seis capítulos de casi una hora cada uno, Bellocchio
va dando protagonismo sucesivamente al raptado Presidente de la DC; a Francesco
Cossiga, entonces ministro del Interior y máximo dignatario italiano años
después; al Papa Pablo VI, que intentó diversas iniciativas que a nada
condujeron; y, ya en la segunda parte, a una pareja de terroristas de las
Brigadas Rojas; a Eleonora Moro, su esposa, para terminar con la descripción en
todos los sentidos del trágico desenlace. Esterno
notte es una magnífica serie televisiva, pero que al menos en Italia se
verá también en salas como si fueran dos películas.
Disfrutando de esta ejemplar serie de Bellochio, con un nivel
interpretativo altísimo, uno no puede dejar de sentir envidia. Porque aquí es
una cadena pública la que ha intervenido decisivamente, la RAI, mientras que en
España públicas o privadas y plataformas que producen en nuestro país se
dedican a repetir fáciles líneas de comedia e inevitables “thrillers”
policiacos. Por miedo a la realidad histórica, a los conflictos políticos o
ideológicos, nuestras televisiones y similares han decidido que eso “no vende”,
que “es arriesgado”. Pero aquí al lado, en Italia, resulta que no es así. Por
algo será…
(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 19 de mayo de 2022).
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