"Mariupol 2" estremece con el horror sonoro de la invasión

 

Todavía más que las imágenes de destrucción de Mariupol 2, lo que estremece en este documental de urgencia sobre la criminal invasión de Ucrania son sus sonidos. La incesante tormenta de los misiles, las bombas, los tanques y las ametralladoras supone una trágica sinfonía sonora que penetra en el espectador, al tiempo que vemos surgir incendios aquí y allá y sus humaredas surcan el cielo. Testimonio del horror, es un film que remueve la conciencia de cualquier espectador mínimamente sensible.

Máxime cuando se sabe que quien filmó este documento audiovisual, el cineasta lituano Mantas Kvedaravicius, falleció en un ataque ruso al intentar salir de Mariupol. Por lo que, con infinito valor, ha sido su compañera de equipo y de vida, Hanna Bilobrova, la que ha reunido el material y lo ha editado en colaboración con la montadora Dounia Sicho hasta llegar a un largometraje en bruto de una hora y tres cuartos. Que se sitúa básicamente en una iglesia evangelista, donde se refugia gente mayor y niños cuyas casas han quedado destruidas o sometidas al fuego enemigo. La supervivencia, la elaboración de una sopa reconfortante o el agradecimiento por haber podido dormir una noche con cierta tranquilidad, componen este retablo humano de lucha por seguir existiendo. Y cuando esa existencia ya ha desaparecido, comprobamos que esos cuerpos tirados en el suelo no son figurantes bien colocados por un ayudante de dirección, sino cadáveres de verdad que hay que enterrar antes de que empiecen a descomponerse…

"Armageddon Time", de James Gray

Ante esta cruel realidad de cada día, cualquier ficción palidece, aunque sea de la entidad de Armageddon Time, donde el norteamericano James Gray (autor de títulos remarcables como La noche es nuestra, Dos amantes o El sueño de Ellis) se retrotrae hasta su propia adolescencia para ahondar en ese cine de conflictos éticos que le es propio. Partiendo de la convicción de que desde unos hechos pequeños y locales puede llegarse a conflictos universales, Grey supera una primera parte demasiado próxima a consabidas películas de “iniciación a la vida”, ambientes escolares y disputas familiares, para llegar al terreno donde realmente se siente a gusto: el de la tensión dramática, con secuencias tan valiosas como la del interrogatorio de los dos muchachos, el del conflicto donde hay que apostar por actitudes que marcarán la vida de sus personajes. Ahí ya encontramos temas mayores, como el racismo, la supremacía de las élites, la adscripción o no a un mundo que pretende salvarse de ese apocalíptico “tiempo de Armageddon” que Ronald Reagan no dudó en vaticinar para el futuro de Estados Unidos.

"Eo", de Jerzy Skolimowski

Quien sí sufre la violencia y el despotismo de nuestro mundo es el burro protagonista de Eo, la película con la que Jerzy Skolimowski vuelve al cine después de más de una década, pero con similar vigor “vanguardista” con el que encabezó el “Nuevo Cine Polaco” de los 60. Ahora con unos 84 años que le convierten en el realizador más veterano en competir en esta edición de Cannes, ha elaborado una especie de fábula, de cuento moral en homenaje a su precursora Au hasard Balthazar, que Robert Bresson crease con maestría. Las singulares imágenes de Eo nos remiten también inevitablemente al recuerdo escolar tantas veces memorizado de que “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos…”, según inmortalizó Juan Ramón Jiménez. No solo James Gray ha traído hoy a Cannes su memoria de las aulas.


(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 21 de mayo de 2022).


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